Cada año 50 estudiantes de todo el mundo viajan a Alemania convocados por un concurso sobre iniciativas verdes. Cómo son y qué piensan los chicos que sueñan con un planeta mejor
Domingo 23 de enero de 2011 | Publicado en edición impresa LA NACIÓN

Leverkusen, Alemania.- Los llaman jóvenes embajadores ambientales. Un nombre bien elegido. Es que cada año, desde 1998, se repite un ritual al que aspiran muchos estudiantes y recientes graduados universitarios vinculados con el medio ambiente o con el desarrollo de tecnologías limpias. La propuesta es tentadora: pasar una semana de capacitación en un país que la grandísima mayoría jamás pensó que podría conocer. Llegaron desde 18 naciones de tres continentes, todos con una denominación común: países no centrales, o, como se les dice ahora nuevas economías en rápido crecimiento. Fueron 50 embajadores ambientales seleccionados entre 1700 concursantes y la Argentina participó por primera vez, representada por dos estudiantes de Ciencias Ambientales de la UBA. La condición para presentarse al concurso es que el proyecto verde se esté aplicando. El premio, para tres de ellos (que esta vez fueron cuatro, uno compartido), consiste en 1000 euros para continuar con sus emprendimientos. Y, para todos, el viaje, esa aventura inolvidable. Durante esa semana, los chicos van aflojando vergüenzas y miedos y terminan intercambiando algo más que direcciones de mail. Es un cruce asombroso de culturas, colores y costumbres: hay indios, chinos, vietnamitas, camboyanos, africanos... El lenguaje en común es el inglés, pero entre los grupos de cada país se sigue hablando la lengua local. Algunos intentan enseñar palabras en chino a los que hablan español, o un dialecto africano a los que se comunican cotidianamente en vietnamita. Además del color de la piel, las costumbres, el idioma, la religión o las vestimentas, también son diferentes las carreras: Comunicación, Enfermería, Biología, entre otras. Para algunos, es el primer contacto con el frío. Y este otoño-invierno europeo no ha sido precisamente benévolo. Envueltos en camperas azules, con guantes, bufandas y capuchas impermeables, los representantes de Sudáfrica, Indonesia o Filipinas tiritan, pero no dejan de sonreír. Para muchos, esta aventura de una semana en Alemania ha sido su primer viaje fuera del país, la primera vez que han subido a un avión o se hospedan en un hotel. Ya ha pasado otras veces: parece que en muchos hogares de la India no hay bañeras sino duchas, entonces este año también han tenido que explicarles con toda delicadeza a los representantes de ese país que el duchador manual es para usar dentro de la bañera y no fuera de ella. Durante la semana de estudio participan de actividades en la ciudad y alrededores: visitan la planta incineradora de Bürrig, las plantas de reciclado y eliminación de residuos de Leverkusen, depuradoras de los ríos Emscher y Lippe, empresas de clasificación y reciclado de envases.
Chicas musulmanas
Con las cabezas envueltas en velos y sus largas túnicas sobresalen fácilmente entre todos. Annisa Hasanah Apendi Arsyad tiene 21 años y estudia Arquitectura de Paisajes en Indonesia. Concursó con su Ecomonopoly, un entretenimiento de mesa que permite a los más chicos aprender jugando cómo proteger el medio ambiente. Annisa explica que aun lejos de casa se ha reservado cinco momentos del día para rezar. Dinámica y comunicativa, dice que además de trabajar en su profesión le gustaría casarse y tener hijos. "Los que mande Dios, aunque algunas mujeres usan anticonceptivos", aclara. "Creo en el amor, tuve novio, pero las relaciones sexuales no están permitidas ni en el varón ni en la mujer antes del matrimonio. Mi novio no aprobaba mi idealismo ecológico, por eso nos separamos." Annisa asegura que no le molesta usar velo o llevar el cuerpo cubierto. Un rápido ping-pong de palabras sorprende aún más. "¿Orgasmo? Me suena, pero como algo reservado para el varón. ¿Clítoris? No, no. Jamás la escuché." Haneesa Zahidah, otra joven musulmana de Malasia que asiste a la Universidad Islámica en Kuala Lumpur, cuenta: "Estudio Literatura Inglesa, pero mi pasión es el medio ambiente. Cuando la gente entiende que puede ayudar con acciones sencillas, como clasificar los residuos domésticos, participa con entusiasmo". Haneesa es una musulmana creyente. "No es que no podemos mostrar el pelo -explica, didáctica en sus 20 años-. El concepto es que sólo podés mostrar tu rostro y tus manos, con excepción de cuando estás con otras jóvenes, tu familia, tu marido y la familia de tu marido. Para el islam las mujeres son naturalmente bellas y el varón tiene que concentrarse en lo que ellas piensan, no en su cuerpo. Hombres y mujeres son iguales, ambos tienen fortalezas y debilidades, y cuando te casás se complementan."
-¿Iguales? Los hombres pueden tener cuatro esposas y las mujeres un marido...
-Es cierto. Pero hay que analizar qué implica. Cuando una mujer se casa, si ella trabaja se queda con su dinero; tiene cero responsabilidad en lo material. El varón, todo lo contrario. Cuando un hombre se casa con una segunda mujer no es porque es linda o la quiere, sino porque su marido murió en la guerra, o es pobre, y la obligación es mantenerla y darle una existencia social. Ahora es distinto, la mayoría de las mujeres pueden mantenerse por sí mismas. A veces el hombre se casa porque la mujer tiene interés en convertirse al islamismo. Pero la primera mujer tiene que estar de acuerdo y ser una decisión pacífica. En el islam todas las mujeres tienen el poder de pedir el divorcio. En Malasia lo habitual es que cada hombre tenga una sola esposa, como ocurre entre mis padres.
Enviadas especiales
Seguramente ya se habían visto, pero nunca habían reparado una en la otra. Hasta que la casualidad -o el destino- las juntó una tarde al enterarse de que eran las ganadoras argentinas de un concurso que había atraído a otros 300 jóvenes en el país. Ellas, Diana Friedrich y Julieta Tapia, viajarían a Alemania. En ese momento advirtieron que estudiaban la misma carrera, Licenciatura en Ciencias Ambientales en la Facultad de Agronomía de la UBA, y no sólo eso, sino que cursaban una de las materias, química agrícola, en el mismo horario y lugar. Diana pertenece a una familia con ideas verdes. "Me lavaron la cabeza desde chica", dice sonriendo, al tiempo que cuenta que cuando en su casa dijo que estudiaría Ciencias Ambientales nadie se sorprendió. Su padre es ingeniero agrónomo y combina su militancia ecológica con ser propietario de una industria metalúrgica. Julieta, que en febrero cumplirá 20 años, vive en Tigre y pertenece al nutrido grupo de jóvenes que hizo de este viaje una experiencia casi de iniciación: era la primera vez que salía de la Argentina y que se trepaba a un avión. Tiene una hermana mayor que es bióloga y para estudiar hace un gran esfuerzo. Se levanta tres veces por semana a las 4.30 para ir a la facultad, adonde entra a las 7. "Estudio -explica- y el resto del tiempo lo dedico a la iniciativa que presenté en el concurso. Se llama Mi ciudad sustentable y consiste en un programa de educación ambiental en distintos municipios de la zona norte. Entre ellos, el Delta, donde viven más de 5000 personas." La iniciativa comenzó en 2008 y se ejecuta a través de una ONG, el Centro de Integración, Cooperación y Desarrollo Internacional (Cicodi). "Hemos plantado mil árboles, ofrecido más de 50 talleres ambientales que beneficiaron a 10.000 alumnos, profesores y padres, y tenemos una página Web ( www.cicodi.org ) con más de 200 artículos publicados." El proyecto de Diana, que cumplirá 19 años en enero, se llama Banco de Bosques ( www.bancodebosques.org ) y se concreta a través de una fundación del mismo nombre con una propuesta original: buscar pequeños, medianos y grandes donantes para salvar bosques en Misiones, Salta o Chaco. "Una hectárea puede costar, por ejemplo, 300 dólares. Y es inaccesible porque difícilmente se pueda accederse a propiedades con bosque de menos de 1000 hectáreas. El Banco de Bosques permite que se compren hectáreas por unidad a precios muchísimos más pequeños, mediante el pago de cuotas mensuales o anuales, y que esas hectáreas luego sean donadas para conservar áreas naturales. El sistema utiliza imágenes satelitales para generar un vínculo directo entre el donante y la zona que ha salvado."
Respecto de los cuatro ganadores, una joven estudiante vietnamita de 21 años compartió el premio con uno de los representantes de Brasil. A pesar de que Thi Thanh Thao Nguyen es una avanzada alumna de la carrera de Literatura y Lingüística Inglesa en la Universidad Nacional de Ho Chi Minh, su proyecto está centrado en cuestiones matemáticas. "Veo que la ciudad donde vivo va sumando problemas que me preocupan -explica-. Este proyecto está orientado a chicos de 6 a 14 años y se basa en un libro a todo color de 60 páginas en el que son invitados a resolver problemas matemáticos que tratan cuestiones vinculadas con el medio ambiente." Daniel Isfer Zardo, de la Universidad Católica de Paraná, Brasil, presentó sus ladrillos ecológicos, que se obtienen a partir de residuos industriales reciclados. De la mano de sus títeres, el filipino Christopher Millora, estudiante de enfermería de 20 años, llegó a Alemania con la esperanza de obtener el premio que finalmente ganó y que le permitirá construir mejores muñecos y recorrer más escuelas, hospitales y otros lugares de reunión infantil. "Ya asistieron a las funciones 800 chicos de 3 a 11 años -cuenta-. Ranboy, uno de los personajes, es el campeón del reciclaje; Korra es la encargada de apagar la luz; Wanda cuida el agua..." Vaibhav Baburao Tidke, también ganador, está a un paso de graduarse como ingeniero en el Instituto de Tecnología Química de la Universidad de Mumbai, India. "Mi país pierde cerca del 30% de la producción agrícola por problemas de transporte y almacenamiento. Mi iniciativa se basa en la tecnología de deshidratación solar, que permite alargar la vida útil de los productos sin aumentar el consumo de energía."
Por Gabriela Navarra
Más información: www.unep.bayer.com // www.unep.org/tunza // www.tuhuellaclimatica.com.ar
TU HUELLA CLIMATICA
En 2004, Bayer fue la primera empresa privada del mundo que firmó un convenio de colaboración con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), que se extenderá hasta 2013.
Cada año el gigante farmacéutico alemán aporta 1,2 millones de euros para financiar un certamen de dibujo destinado a chicos de 8 a 14 años y jóvenes de 15 a 24, cuyos ganadores participan de las Conferencias Internacionales Tunza para compartir proyectos.
El otro es el Encuentro Juvenil Ambiental Bayer, del que trata esta nota, para jóvenes de hasta 24 años.
En la Argentina, se organizan otros dos concursos locales de fotografía y video: Tu huella climática. Los ganadores son invitados a las Conferencias Internacionales Tunza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario