Claves para evitar accidentes en el agua

Noticias de Ciencia/Salud: Domingo 13 de diciembre de 2009 Publicado en edición impresa
Para disfrutar sin riesgo de las piletas y los deportes acuáticos
Pediatras elaboraron un documento para prevenir el ahogamiento, que es la segunda causa de muerte en menores de 15 años
Fabiola Czubaj
LA NACION
El calor ya invita a zambullirse en la pileta o a preparar el kayak o la moto acuática para disfrutar del río o del mar. Por eso es muy oportuno tomar algunas precauciones con los chicos y los adolescentes para evitar los accidentes.
Pero ¿cuál es el mejor chaleco salvavidas? ¿Hay que usar casco para andar en moto de agua? ¿Sirve la matronatación para aprender a nadar? ¿Cuándo se considera segura una pileta? ¿Conviene zambullirse en un espejo de agua? ¿Cuándo es seguro llevar un bebe a bordo?
Las respuestas, elaboradas por un grupo de pediatras especializados en prevención de accidentes, ayudan a evitar el ahogamiento, la segunda causa de muerte en los menores de 15 años. "La «noción del peligro», que es un conjunto de percepciones y aprendizajes que resguardan la integridad física, se adquiere a alrededor de los 4 años", precisan los autores del Consenso Nacional de Prevención del Ahogamiento de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
Esa es la mejor edad para empezar con las clases de natación, que suelen ser más efectivas cuando están a cargo de un profesor y no de un familiar. El contacto previo con el agua, como ocurre con la matronatación, "sirve para que el chico tome confianza con el agua y que aprenda a disfrutar y a respetar el agua, pero no para que aprenda a nadar ni a mantenerse a flote; además, puede generar en los padres una falsa sensación de seguridad. Con la primera bocanada de agua que traga un chico, ya no puede gritar ni pedir ayuda", explicó el doctor Carlos Nasta, presidente de la Subcomisión de Prevención de Accidentes de la SAP y redactor del documento.
Junto con él, 38 pediatras revisaron todas las normas nacionales e internacionales para prevenir los factores de riesgo asociados con las actividades en el agua de chicos y de adolescentes. El trabajo reveló una gran desorganización de esas normas. "Existe una gran desinformación y una gran dispersión de la información, que también es ambigua, contradictoria o deformada. Esto es apenas un puntapié fundacional a un documento serio y ordenado."
El chaleco, incluido para los menores de 4 años, se debe comprar según el peso y no la edad de los chicos. Debe mantenerlos a flote, con la cabeza fuera del agua; tener una abertura en el frente, con tres broches de seguridad como mínimo y una correa no extensible, que una la parte delantera y trasera por la ingle con un broche.
Los expertos desaconsejan el uso de brazaletes inflables, colchonetas, cámaras de automóvil o los salvavidas anulares clásicos de las embarcaciones porque "no ofrecen ninguna garantía", ni siquiera en una pileta segura.
En los arroyos, los ríos, las lagunas o el mar, la turbidez, los pozos de agua y la contracorriente actúan como "trampas" para los chicos, ya que facilitan el desplazamiento del cuerpo al sumergirse e impiden reconocer rápidamente signos de agotamiento. Para ingresar en un espejo de aguas oscuras, recién a partir de los 8 o 10 años, un chico debe hacerlo caminado lentamente y de la mano de un adulto. La primera inmersión es conveniente hacerla con zapatillas livianas para evitar lesiones.

Edades adecuadas para navegar
El consenso recomienda no llevar a pequeños de hasta 2 años a bordo de embarcaciones de remo (kayaks, canoas, piraguas o botes), con motor fuera de borda (gomones, motos de agua o lanchas pescadoras) o con velas. A partir de los 2 años, pueden hacerlo, pero con chaleco y junto con un adulto que sepa nadar.
El uso del optimist está permitido a partir de los 8 años, con vigilancia; el kayak y la piragua, desde los 10 años con curso de entrenamiento y chaleco; las motos de agua, a partir de los 16 años, a baja velocidad y con el chaleco puesto. "El uso del casco es polémico -se lee en el documento, que se puede conseguir en la SAP-. Sus ventajas ante un vuelco en el agua son obvias. Su desventaja sería la sofocación por la correa de seguridad y el ahogamiento al llenarse de agua."
Siempre, los expertos recomiendan que el responsable de supervisar las actividades en el agua no se distraiga, tenga visión directa de los chicos y conozca las maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP), que evitan la muerte inminente.

CHICOS ROCIADOS CON PESTICIDAS TRABAJAN COMO BANDERAS HUMANAS.

Quien sabe que se comete un crimen y no lo denuncia es un cómplice

José Martí

El 'mosquito' es una máquina que vuela bajo y 'riega' una nube de plaguicida.

'A veces me agarra dolor de cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera con cuello alto para taparme la cara y la cabeza'.
Gentileza de Arturo Avellaneda arturavellaneda@ msn.com


LOS NIÑOS FUMIGADOS DE LA SOJA

Argentina / Norte de la provincia de Santa Fe

Diario La Capital

Las Petacas, Santa Fe, 29 septiembre 2006

El viejo territorio de La Forestal, la empresa inglesa que arrasó con el quebracho colorado, embolsó millones de libras esterlinas en ganancias, convirtió bosques en desiertos, abandonó decenas de pueblos en el agujero negro de la desocupación y gozó de la complicidad de administraciones nacionales, provinciales y regionales durante más de ochenta años.
Las Petacas se llama el exacto escenario del segundo estado argentino donde los pibes son usados como señales para fumigar.
Chicos que serán rociados con herbicidas y pesticidas mientras trabajan como postes, como banderas humanas y luego serán reemplazados por otros.
'Primero se comienza a fumigar en las esquinas, lo que se llama 'esquinero'.
Después, hay que contar 24 pasos hacia un costado desde el último lugar donde pasó el 'mosquito', desde el punto del medio de la máquina y pararse allí', dice uno de los pibes entre los catorce y dieciséis años de edad.
El 'mosquito' es una máquina que vuela bajo y 'riega' una nube de plaguicida.
Para que el conductor sepa dónde tiene que fumigar, los productores agropecuarios de la zona encontraron una solución económica: chicos de menos de 16 años, se paran con una bandera en el sitio a fumigar..
Los rocían con 'Randap' y a veces '2-4 D' (herbicidas usados sobre todo para cultivar soja). También tiran insecticidas y mata yuyos.
Tienen un olor fuertísimo.

'A veces también ayudamos a cargar el tanque. Cuando hay viento en contra nos da la nube y nos moja toda la cara', describe el niño señal, el pibe que será contaminado, el número que apenas alguien tendrá en cuenta para un módico presupuesto de inversiones en el norte santafesino.
No hay protección de ningún tipo.
Y cuando señalan el campo para que pase el mosquito cobran entre veinte y veinticinco centavos la hectárea y cincuenta centavos cuando el plaguicida se esparce desde un tractor que 'va más lerdo', dice uno de los chicos.
'Con el 'mosquito' hacen 100 o 150 hectáreas por día. Se trabaja con dos banderilleros, uno para la ida y otro para la vuelta. Trabajamos desde que sale el sol hasta la nochecita. A veces nos dan de comer ahí y otras nos traen a casa, depende del productor', agregan los entrevistados.
Uno de los chicos dice que sabe que esos líquidos le puede hacer mal: 'Que tengamos cáncer', ejemplifica. 'Hace tres o cuatro años que trabajamos en esto. En los tiempos de calor hay que aguantárselo al rayo del sol y encima el olor de ese líquido te revienta la cabeza.
A veces me agarra dolor de cabeza en el medio del campo. Yo siempre llevo remera con cuello alto para taparme la cara y la cabeza', dicen las voces de los pibes envenenados.
-Nos buscan dos productores.
Cada uno tiene su gente, pero algunos no porque usan banderillero satelital.
Hacemos un descanso al mediodía y caminamos 200 hectáreas por día.
No nos cansamos mucho porque estamos acostumbrados.
A mí me dolía la cabeza y temblaba todo. Fui al médico y me dijo que era por el trabajo que hacía, que estaba enfermo por eso', remarcan los niños.
El padre de los pibes ya no puede acompañar a sus hijos. No soporta más las hinchazones del estómago, contó. 'No tenemos otra opción. Necesitamos hacer cualquier trabajo', dice el papá cuando intenta explicar por qué sus hijos se exponen a semejante asesinato en etapas.
La Agrupación de Vecinos Autoconvocados de Las Petacas y la Fundación para la Defensa del Ambiente habían emplazado al presidente comunal Miguel Ángel Battistelli para que elabore un programa de erradicación de actividades contaminantes relacionadas con las explotaciones agropecuarias y el uso de agroquímicos.
No hubo avances.
Los pibes siguen de banderas.
Es en Las Petacas, norte profundo santafesino, donde todavía siguen vivas las garras de los continuadores de La Forestal.
Fuente: Diario La Capital, Rosario, Argentina

sábado, 19 de febrero de 2011

Importancia de la evaluación y el tratamiento adecuados en caso de trastorno oposicionista desafiante

14 FEB 11 | Evaluación y tratamiento

El trastorno oposicionista desafiante se presenta en comorbilidad habitual con otras enfermedades psiquiátricas y puede preceder la aparición de trastorno disocial, abuso de sustancias y otros cuadros.

Dres. Steiner H, Remsing L
SIIC
Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry 46(1):126-140, Ene 2007

Introducción y objetivos

Uno de los trastornos de la conducta disruptiva más frecuentes observados en los niños y adolescentes es el trastorno oposicionista desafiante (TOD). Esta enfermedad se presenta en comorbilidad habitual con otros trastornos psiquiátricos y puede preceder la aparición de trastorno disocial, abuso de sustancias y otros cuadros. El tratamiento de estos pacientes puede ser difícil y requerir intervenciones psicosociales y farmacológicas, y debe administrarse lo antes posible para aumentar la probabilidad de eficacia y evitar una evolución desfavorable.

El objetivo del presente estudio fue elaborar recomendaciones para la evaluación y el tratamiento de los pacientes de hasta 18 años con TOD. Con este fin, se llevó a cabo una búsqueda de información mediante el empleo de las bases de datos PsycINFO y Melvyl, que se actualizó periódicamente para incorporar nuevos artículos.

Historia y epidemiología

El TOD apareció como enfermedad diagnóstica por primera vez en la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-III) publicada en 1980. El aumento de la precisión de los criterios para el diagnóstico se asoció con la disminución de su prevalencia. Los resultados de los estudios al respecto fueron heterogéneos, ya que la prevalencia varía entre el 1% y el 16%, según la metodología y los criterios de evaluación aplicados. Es necesario contar con información adicional sobre la prevalencia del trastorno en los niños de edad preescolar. No obstante, puede afirmarse que es más frecuente en presencia de un nivel socioeconómico bajo. Si bien se informó mayor frecuencia en los varones y durante la etapa prepuberal, se requiere más información para obtener conclusiones definitivas.

Etiología y factores de riesgo
La mayoría de la información sobre la etiología y los factores de riesgo del TOD proviene de estudios sobre el trastorno disocial. El origen del trastorno se vincula con factores biopsicosociales.

Comprender su etiología es fundamental para intervenir en forma temprana y aumentar las probabilidades de tratamiento eficaz.

En general, se considera que los factores biológicos son importantes en su aparición, ya que puede observarse el agrupamiento familiar de trastornos del mismo espectro. La información en este sentido es heterogénea, si bien se informó la importancia del temperamento y de factores exógenos, como la exposición a toxinas o a nicotina durante la vida intrauterina. También se destacó el papel de la afectación de la corteza prefrontal y de la neurotransmisión serotoninérgica, noradrenérgica y dopaminérgica, entre otros factores.

Entre los factores psicológicos se incluyen el apego inseguro y la crianza por parte de padres indiferentes. Los factores sociales como la pobreza, la violencia comunitaria y la falta de infraestructura también aumentan la probabilidad de presentarlo. Asimismo, los procesos sociales intrafamiliares se relacionan con la patogenia de la conducta disruptiva. Entre estos procesos se menciona la coerción, la falta de supervisión por parte de los padres y el abuso infantil.

Presentación clínica y evolución natural

El cuadro clínico se caracteriza por comportamiento negativista, hostil o desafiante que afecta el funcionamiento y se presenta durante un período mínimo de 6 meses. La imposibilidad para controlar el temperamento y el enojo y la venganza dirigidos hacia una figura de autoridad también son característicos. El diagnóstico suele efectuarse en niños de edad escolar y el cuadro clínico es menos grave en comparación con lo observado en presencia de trastorno disocial y otros trastornos disruptivos de la conducta.

Algunos autores refieren que los criterios diagnósticos existentes no serían aplicables de igual modo a varones y mujeres, ya que estas últimas manifestarían la agresividad en forma más indirecta. La mayoría de los niños no cumple los criterios para el diagnóstico de TOD luego de 3 años de seguimiento. El inicio temprano de la enfermedad se asocia con pronóstico más desfavorable. A medida que avanza la edad es más frecuente observar comorbilidad con el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), los trastornos de ansiedad y los trastornos del estado de ánimo.

Comorbilidad y diagnóstico diferencial

Los criterios para el diagnóstico de TOD o trastorno disocial difieren claramente. No obstante, la información sobre la posibilidad de comorbilidad entre ambos es poco precisa. Entre las enfermedades que deben distinguirse del TOD también se destaca el TDAH. La comorbilidad entre el TOD y el TDAH o el trastorno disocial se asocia con pronóstico desfavorable. Se propuso que el TDAH favorece la aparición de TOD y la transición entre el trastorno disocial y el TOD. La frecuencia de comorbilidades psiquiátricas y disfunción familiar y social es significativamente superior en los pacientes con TOD en comparación con lo observado en pacientes con otros trastornos psiquiátricos. También se sugiere una frecuencia elevada de comorbilidades con los trastornos del aprendizaje y del lenguaje. Siempre debe considerarse la posibilidad de abuso de sustancias, trastornos del estado de ánimo y trastornos de ansiedad.

Estrategia preventiva

La prevención es un factor clave y puede aplicarse en el ámbito escolar, médico y comunitario. La aplicación de programas como el Head Start en niños de edad preescolar puede ser de utilidad para evitar las conductas delictivas. Las visitas a las familias de riesgo en sus propias casas también arrojaron resultados positivos. El apoyo de los padres de los niños en edad escolar mediante estrategias de psicoeducación destinadas a favorecer la resolución de conflictos, el manejo del enojo y las habilidades sociales son muy útiles. En la adolescencia, la prevención puede realizarse mediante psicoeducación, entrenamiento vocacional y preparación académica. Los programas escolares también sirven para mejorar la conducta antisocial. Por último, se informó que los abordajes grupales no dan buenos resultados, ya que pueden favorecer el comportamiento antisocial.

Recomendaciones para la evaluación y el tratamiento de los pacientes con TOD

La evaluación y el tratamiento satisfactorios de los pacientes con TOD requieren la conformación de una alianza con el paciente y su familia
Esta alianza deberá construirse con el paciente y la familia por separado. Es importante que el profesional aclare que su papel es ayudar al paciente. Otro factor para tener en cuenta es que la obtención de demasiada información mediante entrevistas a los padres y los maestros puede favorecer la alienación del paciente. Dado que los pacientes no suelen reconocer su problema y no tienen motivaciones para resolverlo, es importante tener empatía respecto del enojo y la frustración en lugar de condenar la conducta oposicionista y desafiante. En general, los pacientes son conscientes de su conducta y buscan explicarla en forma racional, aunque no encuentran satisfactorio su accionar. En este contexto, los profesionales deben conformar una alianza y procurar que los padres no se sientan acusados o juzgados. Es de utilidad brindar estrategias de crianza para afrontar los problemas de conducta del niño que serán discutidas para esclarecer las dudas y disminuir el nivel de frustración de los padres.

Es fundamental tener en cuenta las cuestiones culturales a la hora de efectuar el diagnóstico y administrar un tratamiento
Si bien no existe información suficiente sobre este tema, es sabido que los estándares de crianza pueden diferir según el origen racial y que esto debe ser considerado por parte de los profesionales. En este sentido, resulta interesante evaluar los estándares de obediencia y crianza, ya que la disciplina es un punto clave de discusión con la familia y los pacientes que presentan TOD.

La evaluación del TOD requiere la obtención de información aportada por el paciente y sus padres respecto de los síntomas principales, la edad de inicio, la duración de los síntomas y el nivel de afectación funcional
Los problemas de los pacientes con este trastorno se inician en el hogar y se trasladan a otros contextos. En general, las formas de agresión son leves y verbales, y no alcanzan la gravedad observada en los pacientes con trastorno disocial. Si bien el paciente justifica su conducta según las circunstancias, la afectación es progresiva e involucra cada vez más áreas de funcionamiento. En presencia de una conducta oposicionista aislada en pacientes con niveles adecuados de funcionamiento, el pronóstico será más favorable. Siempre debe evaluarse la existencia de factores desencadenantes vinculados con la actitud de los padres hacia los niños, entre otros. Si bien en el DSM-IV-TR se incluye una afectación de 6 meses de duración para efectuar el diagnóstico, la intervención terapéutica será necesaria antes de cumplirse este período. Es fundamental supervisar el acceso de los pacientes a armas y su papel de víctima o responsable a fin de estimar el riesgo de violencia vinculado a su accionar.

Los profesionales deben considerar la presencia de comorbilidades
Esto es importante, ya que la frecuencia de comorbilidades es casi siempre elevada en los pacientes con TOD y se las debe tratar tanto como al propio trastorno. Ese tratamiento puede favorecer la mejoría y disminuir la probabilidad de evolución desfavorable. Siempre debe evaluarse el control pediátrico adecuado según la edad de cada paciente.

Puede resultar útil tener en cuenta información proveniente de diferentes fuentes
Estas fuentes incluyen los cuidadores, los maestros y otros profesionales del ámbito escolar y pueden ser útiles para conocer la conducta de los niños en diferentes entornos sociales. Así, se puede apreciar la cantidad de áreas de funcionamiento afectadas y confirmar el diagnóstico. En general, el nivel de coincidencia de la información aportada por informantes múltiples es bajo y el profesional deberá evaluar la importancia clínica de los datos recabados. La información aportada por los maestros y los padres muchas veces no coincide. No obstante, discrepa frente a lo referido por los pacientes. En todos los casos, la información brindada por los pacientes se considera un predictor de estabilidad más adecuado.

El empleo de cuestionarios y escalas de evaluación puede ser de utilidad para evaluar a los pacientes con TOD y controlar su evolución
Existen numerosas herramientas para estimar la afectación de la conducta. En este sentido pueden resultar útiles las entrevistas estructuradas y semiestructuradas, que incluyen un módulo especial para la evaluación del trastorno. La utilidad de las escalas no se limita al diagnóstico, también guarda relación con el seguimiento y la respuesta al tratamiento.

El profesional debe diseñar un plan terapéutico adaptado a las necesidades de cada paciente
Las intervenciones deben estar dirigidas a las áreas disfuncionales. Dada la frecuencia elevada de comorbilidades y disfunción múltiple, el tratamiento deberá incluir diferentes modalidades de estrategia según las características del paciente y del trastorno. En este sentido, se considera útil la combinación de psicoterapia individual y familiar, farmacoterapia e intervenciones escolares. El entrenamiento individual en la resolución de problemas y la intervención familiar son estrategias de utilidad comprobada en diferentes estudios. El diseño del tratamiento deberá adecuarse a la edad de los pacientes, aunque la intervención farmacológica puede ser útil para todos.

La intervención familiar debe efectuarse sobre la base de estrategias evaluadas en forma empírica
El entrenamiento de los padres para manejar a los pacientes se basa en la disminución de los reforzadores positivos de la conducta disruptiva, el reforzamiento de la conducta adecuada, la aplicación de castigos en presencia de conducta disruptiva y la existencia de una respuesta paterna predecible, contingente e inmediata. Así, puede abordarse la génesis de la conducta oposicionista vinculada a las demandas paternas y el reforzamiento de la conducta disruptiva por parte de los padres. Entre las estrategias sugeridas se incluyen la terapia familiar multisistémica y la terapia familiar funcional.

El tratamiento farmacológico puede ser de utilidad como adyuvante, para lograr la mejoría sintomática y en presencia de comorbilidades
El tratamiento farmacológico no es curativo ni debe ser la única intervención aplicada. Su utilidad tiene lugar en presencia de una alianza terapéutica adecuada y un control continuo de la adhesión, el cumplimiento y el uso adecuado de los fármacos. La ausencia de respuesta ante la administración de un medicamento puede requerir un intento de tratamiento con otro tipo de fármaco. Entre los agentes con utilidad comprobada se incluye la atomoxetina, cuya administración es adecuada en caso de comorbilidad con TDAH. En pacientes con diagnóstico principal de trastorno disocial se informó la utilidad de los estabilizadores del estado de ánimo, de los antipsicóticos y de los estimulantes. Los antipsicóticos atípicos son los fármacos más prescritos en los pacientes con agresividad aguda y crónica. Dado que la agresividad y el oposicionismo se presentan en los pacientes con otros trastornos, el tratamiento farmacológico debería dirigirse al trastorno comórbido. No se recomienda el empleo de inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina como fármacos de primera línea en ausencia de depresión mayor o trastornos de ansiedad debido a cuestiones de seguridad vinculadas a su empleo en pacientes jóvenes.

En los casos más graves y persistentes, el tratamiento deberá ser intensivo y prolongado
Los pacientes con TOD más grave y persistente pueden evolucionar hacia un trastorno disocial o presentar un trastorno disocial subclínico. Siempre será necesario considerar la seguridad de los pacientes y su entorno en términos de riesgo de autoagresividad y heteroagresividad a fin de diseñar un plan terapéutico acorde. En algunos casos será necesario el hospital de día o la internación. Esta última supone riesgos vinculados con la separación de la familia y la victimización institucional. En todos estos casos, el objetivo debe ser el regreso al ámbito familiar y comunitario. Siempre debe preferirse la aplicación de una estrategia de tratamiento intensivo en el hogar a una internación.

Existen intervenciones ineficaces
Las intervenciones drásticas, breves o a corto plazo no suelen ser eficaces. Las estrategias vinculadas con los campamentos de entrenamiento o encarcelación son ineficaces y hasta perjudiciales, ya que la exposición a situaciones temidas sólo conduce a un empeoramiento sintomático.

Información científica y consenso clínico

Las estrategias prácticas para el tratamiento de los pacientes con TOD son de utilidad para favorecer la toma de decisiones. Estas estrategias involucran el empleo de parámetros elaborados sobre la base de la literatura científica y el consenso clínico. Si bien permiten evaluar y tratar a los pacientes de un modo eficaz, no definen un nivel estándar de atención. En todo caso, la decisión del tratamiento debe realizarla el profesional de acuerdo con las características de los pacientes y sus familias y con los recursos diagnósticos y terapéuticos disponibles.


09 ENE 08 | ¿Qué miran nuestros niños?
Violencia televisiva y alteraciones de conducta
La violencia televisiva favorece la aparición de conductas antisociales

Dres. Dimitri A. Christakis and Frederick J. Zimmerman
Comentario y resumen objetivo: Dra. María Eugenia Noguerol
Pediatrics 2007; 120; 993-999

Se considera que los niños menores de 6 años pasan en promedio 2 horas al día frente a una pantalla, la mitad mirando televisión (TV) y el resto con DVD/videos, computadora y videojuegos. Sin embargo, más importante es lo que miran. El 95% de los niños ve programas que no están hechos para audiencias jóvenes, y aún la programación comercial de TV para niños puede representar un riesgo para los más pequeños. El nivel de violencia en programas de aire destinados a niños exceden muchas veces al de los programas de adultos; incluso las películas infantiles muestran personajes manifestando violencia con regocijo o llanto.

Estudios experimentales en escolares y adolescentes encontraron que la programación televisiva está asociada con violencia, y confirmaron que reduciendo esta situación disminuye la conducta agresiva. Algunos estudios muestran que el efecto de la TV antes de los 5 años es un factor de riesgo potencial para el desarrollo de conductas desafiantes y agresión en la escuela temprana, pero no distinguen entre los tipos de programas involucrados.

El consenso entre investigadores es que el contenido de la programación es el mediador crítico de los efectos de la TV en los niños.
Los autores realizaron este estudio para determinar si la exposición frecuente a programación televisiva violenta durante la edad preescolar podría llevar a conductas agresivas posteriores.

Métodos

Fuente de datos

Los datos se obtuvieron del Panel de Estudio de Ingresos Dinámicos (PEID), un análisis longitudinal que se inició con 4800 familias en 1968 supervisado por la Fundación Científica Nacional de Estados Unidos. En 1997 se agregó el Cuestionario de Desarrollo Infantil (CDI) que se administró a cuidadores primarios de 3563 niños entre 0 y 12 años, e incluyó datos demográficos, psicológicos y de comportamiento en padres y niños, y datos sobre el uso del tiempo diario (un día a la semana y uno de fin de semana durante un año escolar). Entre los hogares elegidos como muestra del PEID, se obtuvieron datos en 1997 con el CDI en el 88% de los casos. En el 2002, los respondedores fueron evaluados con una encuesta similar, con una tasa de seguimiento del 91%.

Población

Se incluyeron a todos los niños con edades comprendidas entre 24 y 60 meses en 1997, y que fueron reevaluados a los 5 años siguientes, cuando tenían 7a 9 años de edad.

Variables de resultado

Los padres completaron el “Indice de Problemas de Comportamiento” (IPC) que investiga conductas antisociales a partir de los siguientes parámetros: el niño es tramposo, mezquino con los demás, no muestra arrepentimiento, es destructivo, desobedece en la escuela y tiene problemas con sus docentes, cada uno con 3 opciones de respuesta (de “no es cierto” a “a menudo es cierto”), obteniéndose un 12,2% de niños con conductas antisociales. Este punto de corte fue utilizado en un esfuerzo por aproximarse al Percentilo 90 usado en otros estudios donde se aplicó el PCI y que indicaba tendencia a padecer alteraciones de conducta.

Principales predictores

Se utilizaron los datos de programación diaria de la época, y se clasificaron los shows de TV y las películas de video por su contenido. Se asignó un atributo educativo cuando tenían un claro intento por enseñar, con un componente cognitivo o prosocial explícito (lección con contenido similar al escolar o sobre conductas apropiadas y relaciones interpersonales). Se consideró contenido violento cuando la agresión era parte central de la trama o del personaje, si el principal objetivo era la pelea, o si el nivel de violencia en el programa era superior a lo esperado en un día cotidiano en la vida del niño. El término “violencia” incluyó: lenguaje hostil, conducta amenazadora y agresión ficticia o real. Los shows se clasificaron en 3 categorías: educativo, no violento y violento.

Covariables

Se ajustaron como covariables: raza, etnia, sexo, edad al momento del estudio, educación de los padres, presencia paterna en el hogar, depresión materna, estimulación emocional y cognitiva del niño, conductas antisociales, castigo físico severo hacia el niño y relación parental conflictiva con los hijos.

Resultados

Se obtuvieron datos de 184 niños y 146 niñas en ambos períodos de estudio. La edad promedio de los participantes fue de 49 meses.
Ajustada para todas las covariables, la programación televisiva violenta fue asociada con un riesgo aumentado de comportamiento antisocial en general. En el análisis estratificado, sin embargo, la asociación estuvo presente para los varones pero no para las niñas. La programación no violenta y la educativa no se asociaron con conductas agresivas para ninguno de los sexos. Disminuir el tiempo de exposición en aquellos niños que miran más de 5 horas diarias de programas violentos en TV atenuó pero no eliminó la asociación entre este hecho y la manifestación de conductas antisociales o de agresividad.

Discusión

Los autores encontraron en este estudio que el hecho de mirar programas violentos en TV a los 2-4 años de edad se asocia con un riesgo aumentado de conductas antisociales a la edad de 7-9 años para los niños, pero no para niñas. No se encontró un efecto significativo de los otros tipos de programación sobre las alteraciones de la conducta para ambos sexos. Estos hallazgos confirman los datos de otros autores en los cuáles la exposición a escenas violentas en TV promueven la agresión en la vida real.
Los diferentes efectos del contenido, particularmente de los programas educativos, tienden a producir un efecto protector importante y sugiere la alternativa de que ciertos tipos de programas pueden ser beneficiosos para los niños sin disminuir necesariamente todas las horas frente a la TV. Otros autores encontraron que la selección de programas puede promover comportamientos prosociales en niños preescolares.

Es también interesante la asociación hallada para niños y no para niñas. Esto podría atribuirse a diferencias de sociabilización entre sexos, predisposición genética para la agresión, o quizás a la selección de programas debido a que miran cosas diferentes.
Estos resultados son importantes ya que la conducta agresiva en la infancia temprana ha sido repetidamente vinculada con violencia en la infancia y adolescencia. Aunque algunas conductas agresivas menores están presentes desde la infancia, la agresión manifiesta comienza durante la infancia temprana y el preescolar, y la pelea real física y la violencia interpersonal ocurren tardíamente durante la pubertad y la adolescencia. Los primeros años de vida del niño constituyen el período crítico durante el cuál la mayoría aprende a usar alternativas no agresivas frente a situaciones violentas; cuando esto no ocurre los jóvenes pueden continuar una trayectoria de agresión.

Estos hallazgos deben ser interpretados dentro de ciertas limitaciones: la naturaleza observacional de estudio no permite establecer en forma definitiva una relación causa-efecto. Sin embargo, el control de conductas antisociales está basado en datos confirmados en forma experimental en niños mayores, apoyando esta posibilidad. Además se perdieron ciertos datos de algunos shows en particular, principalmente los dibujos animados. La clasificación de este tipo de programas como no violentos puede haber sesgado los resultados porque gran parte de ellos son realmente agresivos.

Aún con estas limitaciones, los resultados de los autores sugieren que la modificación de la programación televisiva para preescolares podría tener efectos a largo plazo sobre la conducta agresiva en niños mayores.

Comentario

Distintas situaciones de la vida cotidiana (actividad laboral de ambos padres, supervisión del niño por personas mayores o cuidadores, inseguridad en las calles, etc.) llevan a que los niños pasen su tiempo libre frente a una pantalla de televisión, muchas veces sin control del contenido de los programas que miran. Diversos estudios apoyan la teoría de que la programación televisiva violenta puede influir en niños pequeños desencadenando a largo plazo conductas agresivas o desafiantes. La supervisión de los programas que miran los niños por parte de cuidadores primarios y el fomento de actividades recreativas y del juego, pueden contribuir al entretenimiento del niño pequeño disminuyendo su exposición a situaciones violentas que puedan influir en su conducta durante la edad escolar y la adolescencia.



17 MAR 08 | TDA
La mente y los sentimientos del niño
Los padres tienen entre sus principales misiones cuidar de la salud integral de sus hijos.


Las lista de males que amenazan a los niños es extremadamente larga, numerosas enfermedades son muy populares y otras prácticamente desconocidas. Algunas incluso parecen un asunto de moda y se llega a hablar demasiado sobre ellas, lo que puede crear confusión.

El siquiatra Sergio Sarmiento tocó el tema "Trastorno por Déficit de Atención, Descubre si tu hijo lo padece", y dejó en claro que los pequeños que padecen este mal, además de problemas de falta de atención o hiperactividad-impulsividad, viven otras condiciones negativas, las cuales dependen de la edad y su nivel de desarrollo.

A partir de estos factores, los padres y maestros pueden notar una baja tolerancia ante las frustraciones, estallidos de indignación, una actitud autoritaria, dificultad en seguir las reglas, desorganización, rechazo social, bajo nivel de autoestima, pobre rendimiento académico, y auto-aplicación inadecuada.

Pero hay que tener cuidado, no todo debe ser clasificado bajo este Trastorno. El experto señaló que actualmente se da una sobrestimación en las cifras de los niños con este diagnóstico, puesto que frecuentemente se identifica el Trastorno por Déficit de Atención (TDA) cuando se trata de alguna otra dificultad.

Es posible, dijo, que tras el comportamiento infantil exista un manejo inadecuado que fomente conductas desafiantes en el niño -quizás por involucrarlo en actividades aburridas y tediosas- que lo motiven a llevar la contraria.

El doctor Sarmiento insistió en que el TDA se ha convertido en un tema de "moda" y personas de poco juicio y preparación lo confunden fácilmente con alguna otra dificultad".

Emociones y movimiento

La sicomotricista Marcela Posada mencionó que lamentablemente no se sabe de estudios serios de gran envergadura que puedan dar idea del impacto que podría tener un desorden de este tipo a lo largo del desarrollo de una persona.

Al hablar de sicomotricidad y emoción, señaló que "desde antes de nacer, las emociones forman parte de nuestra vida, las expectativas de los padres hacia el nuevo ser ya traen consigo una carga emocional en nuestro existir".

La sicomotricidad, como ciencia, aborda al ser humano de forma holística, se considera el aspecto motor, socio-afectivo y cognitivo como ejes del desarrollo integral de la persona, indicó. Y destacó que de estas tres áreas, la emoción es piedra angular, ya que en cada una de ellas, se ve inmersa la motivación que viaja de la mano con las emociones.

"Desde el nacimiento el pequeño entra en cierta complicidad con la madre, ya que existe un diálogo que sólo ellos conocen. Es a través de los primeros contactos, la mirada, el tono y la sonrisa que el bebé se empieza a relacionar con los que le rodean, en especial con la madre o figura materna", afirmó.

Contacto especial

De acuerdo con esta especialista, "el tono es el telón de fondo de las emociones, autores como Wallon, Ajuriaguerra, nos hacen saber la importancia de la primera comunicación entre madre-hijo. Se denomina diálogo tónico emocional, comunicación no verbal. De forma silenciosa se comunican entre sí".

Con esto "podemos mantener una postura y explorar el mundo que nos rodea. Sin una postura adecuada pueden surgir problemas durante el desarrollo del infante, los cuales pueden influir en el desempeño escolar. Manifestándose finalmente en problemas de atención y de irregularidades en el proceso de lecto-escritura, entre otros".

08 NOV 10 | ADD
Importancia de la evaluación adecuada de los pacientes con trastorno por déficit de atención e hiperactividad
El tratamiento a largo plazo de los pacientes con trastorno por déficit de atención e hiperactividad será efectivo en presencia de una atención continua y especializada adaptada a las necesidades del paciente y su familia.

Dr. Pliszka S
SIIC
Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry 46(7):894-921, Jul 2007

Introducción y objetivos

Entre los trastornos psiquiátricos más frecuentes observados durante la infancia se encuentra el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), entidad neurobiológica que provoca una disfunción significativa. Las recomendaciones elaboradas por los autores del presente estudio tienen como objetivo facilitar el diagnóstico y tratamiento efectivos de los pacientes con TDAH. Con dicho fin se llevó a cabo una búsqueda de información en las bases de datos PsycINFO, Medline y Psychological Abstracts y se evaluaron capítulos de libros y artículos de revisión, entre otras fuentes.

Características del TDAH

En el National Survey of Children’s Health realizado entre 2003 y 2004 por el Centers for Disease Control and Prevention se informó una prevalencia de TDAH y de tratamiento farmacológico del 7.8% y 4.3%, respectivamente. Dichos resultados se aproximan a los informados en otros estudios. En general, el TDAH no remite al iniciarse la pubertad y puede estar presente durante la vida adulta. No obstante, la información sobre la persistencia del TDAH durante la vida adulta es heterogénea debido a temas metodológicos. Según lo informado, los adultos con antecedente de TDAH durante la infancia presentan una frecuencia elevada de conducta antisocial y criminal, trastornos conyugales y de salud, además de otras entidades. En el National Comorbidity Survey Replication se halló que la prevalencia de TDAH entre los individuos de 19 a 44 años se aproxima al 4.4%. Puede concluirse que muchos niños con TDAH presentarán el trastorno y requerirán tratamiento específico durante la adultez.

El TDAH se presenta en comorbilidad frecuente con otras entidades psiquiátricas como el trastorno oposicionista desafiante, el trastorno disocial, el abuso de sustancias, los problemas de aprendizaje y los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo. Durante la adultez, la comorbilidad con el trastorno antisocial de la personalidad reemplaza la comorbilidad con el trastorno oposicionista desafiante y con el trastorno disocial. Asimismo, puede observarse un aumento de la prevalencia de comorbilidad con los trastornos del estado de ánimo.

En cuanto a la etiología del TDAH, se informó un déficit de las funciones ejecutivas, entre otros problemas neuropsicológicos. Las bases genéticas del TDAH son cada vez más conocidas. Según lo estimado por Faraone y colaboradores, la heredabilidad del TDAH alcanza el 76%. Además, se registraron marcadores de TDAH en los cromosomas 4, 5, 6, 8, 11, 16 y 17. Entre las causas no genéticas de TDAH se incluye el estrés perinatal, el peso bajo al nacer, el tabaquismo materno durante el embarazo y el daño cerebral traumático. Las neuroimágenes no son de utilidad diagnóstica ni permiten predecir la respuesta al tratamiento. No obstante, se informó que los niños con TDAH presentan una disminución del volumen de la sustancia gris y blanca, especialmente en ausencia de tratamiento. También se informó una afectación del nivel de activación del caudado, de los lóbulos frontales y de la corteza cingulada anterior durante la realización de actividades que requieren un control inhibitorio.

El tratamiento farmacológico de los pacientes con TDAH puede efectuarse con diferentes drogas. Entre las más nuevas se incluye el metilfenidato de liberación prolongada, las sales mixtas de anfetamina y dextroanfetamina de liberación prolongada, el dexmetilfenidato y la atomoxetina. También se aprobó el empleo de parches transdérmicos de metilfenidato. La eficacia y seguridad a largo plazo de estas sustancias se evaluaron en diferentes estudios. Las intervenciones psicosociales también son de utilidad y su combinación con la farmacoterapia debe decidirse según el cuadro clínico de cada paciente.

Recomendaciones para la evaluación y el tratamiento de los pacientes con TDAH

La detección sistemática del TDAH debería formar parte de toda evaluación psiquiátrica
El psiquiatra debe realizar preguntas específicas para evaluar los dominios sintomáticos principales del TDAH, es decir, la inatención, la impulsividad y la hiperactividad, y el nivel de afectación vinculado con su presencia. Esta detección debe realizarse sin importar el motivo de consulta. Puede resultar útil el empleo de escalas o cuestionarios específicos y su aplicación en la sala de espera.

La evaluación de los niños o adolescentes debe incluir entrevistas con los padres para obtener información sobre el desempeño escolar, el funcionamiento, la presencia de comorbilidades y los antecedentes familiares, sociales y médicos
La entrevista con los padres debe incluir la consideración de los 18 síntomas de TDAH detallados en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV). También debe evaluarse la edad de inicio, la duración, la gravedad y la frecuencia sintomática. Luego, es necesario considerar la afectación del funcionamiento y la presencia de otros trastornos psiquiátricos, especialmente el trastorno oposicionista desafiante y el trastorno disocial. Es de utilidad la aplicación de escalas y cuestionarios validados. No debe omitirse la valoración de los antecedentes y el funcionamiento familiar, la historia perinatal, la maduración y los antecedentes psiquiátricos del paciente. La entrevista de los niños de hasta 8 años deberá realizarse en presencia de los padres. En cambio, los niños más grandes y los adolescentes deben entrevistarse en forma individual. Esta evaluación permitirá identificar indicadores de comorbilidad psiquiátrica, valorar el estado mental y de ánimo y el proceso de pensamiento, entre otros parámetros.

No se recomienda efectuar análisis de laboratorio y evaluaciones neurológicas en ausencia de hallazgos clínicos de importancia
La mayoría de los pacientes con TDAH no presentan antecedentes médicos de importancia. Según los síntomas y antecedentes que estos manifiesten, será necesario evaluar los niveles de hormonas tiroideas o de agentes tóxicos como el plomo. Los estudios mediante neuroimágenes o las evaluaciones neurológicas exhaustivas no deben realizarse en forma rutinaria.

La realización de pruebas psicológicas y neuropsicológicas no es obligatoria para diagnosticar TDAH. Sólo debe realizarse ante la presunción de disfunción cognitiva
Es importante que el profesional determine si la disfunción académica se debe al TDAH o a la comorbilidad con un trastorno del aprendizaje. El TDAH afecta frecuentemente el desempeño académico. Dicha afectación disminuirá en la medida en que el tratamiento específico para el TDAH haga efecto. En ausencia de mejorías académicas a pesar de la mejoría del cuadro de TDAH o en caso de afectación posiblemente desvinculada con el TDAH, resultará adecuado evaluar la presencia de trastornos del aprendizaje. No obstante, se recomienda aplicar un tratamiento adecuado para el TDAH antes de realizar cualquier evaluación adicional. La evaluación psicológica del paciente con TDAH incluye la estimación del cociente intelectual. De acuerdo con los resultados que se obtengan será necesario aplicar otros parámetros de evaluación neuropsicológica.

El profesional debe evaluar la presencia de comorbilidades psiquiátricas
En este sentido es importante determinar si el trastorno comórbido es la entidad principal que ocasiona los síntomas de TDAH o si los síntomas comórbidos son secundarios al TDAH. El plan terapéutico deberá adecuarse a cada trastorno comórbido. Con frecuencia, los pacientes con TDAH reúnen los criterios para el diagnóstico de trastorno oposicionista desafiante o trastorno disocial. En cuanto a la depresión, su aparición generalmente tiene lugar años después del diagnóstico de TDAH, a diferencia de los trastornos de ansiedad que pueden aparecer junto con el TDAH. También debe evaluarse la comorbilidad con cuadros maníacos, abuso de sustancias o trastornos del control de los impulsos. Con frecuencia, los pacientes con TDAH presentan síntomas secundarios como autoestima baja, disforia y labilidad afectiva leve.

El tratamiento de los pacientes con TDAH debe ser planificado e integral
Es importante tener en cuenta que el TDAH es un trastorno crónico y su abordaje puede incluir estrategias farmacológicas y psicológicas cuya aplicación se adecuará a las preferencias del paciente y sus padres. La psicoeducación de los pacientes y sus padres, la comunicación con grupos de apoyo comunitario y la adecuación de los recursos escolares son temas a considerar. El plan terapéutico deberá ser reevaluado en forma regular para adaptarlo a las necesidades de los pacientes. La información disponible permite afirmar que el tratamiento farmacológico es superior al abordaje conductual. No se informaron beneficios resultantes de la combinación de ambas estrategias. En situaciones como el inicio del tratamiento de los pacientes con afectación funcional mínima, puede ser de utilidad la terapia conductual aislada. Esto también tiene lugar en caso de diagnóstico incierto o negativa ante el tratamiento farmacológico por parte de los padres, entre otras situaciones. Entre las intervenciones conductuales efectivas a corto plazo se incluye el entrenamiento de los padres. Es fundamental resolver situaciones de disfunción familiar generalizada.

El tratamiento farmacológico inicial debe efectuarse con una droga aprobada por la FDA
Entre dichas drogas se incluye la dextroanfetamina, el metilfenidato, las sales mixtas de anfetamina y la atomoxetina. Existen numerosos estudios cuyos resultados indican la eficacia del empleo de estimulantes para el tratamiento de los niños y adultos con TDAH. No se observaron diferencias de eficacia entre el metilfenidato y las anfetaminas. Dado que las formulaciones de liberación inmediata deben ser administradas en tres tomas diarias, se crearon formulaciones de liberación prolongada que permiten el tratamiento con una toma diaria. Esto favorece el cumplimiento terapéutico. Por lo tanto, se recomienda administrar formulaciones de liberación prolongada desde el inicio del tratamiento. La dosis deberá adecuarse a las características de cada paciente. En general, la relación entre la dosis y la respuesta es lineal. Se recomienda aumentar la dosis en forma paulatina hasta alcanzar el nivel adecuado a la respuesta y la tolerabilidad del paciente, y realizar un monitoreo mediante la aplicación de escalas objetivas. La cantidad de estudios sobre el empleo de estimulantes en niños de edad preescolar es limitada. No obstante, dicha práctica es habitual y la información disponible al respecto permite indicar su utilidad. Debe considerarse que los niños más pequeños tienen un riesgo mayor de presentar efectos adversos y requieren una titulación muy lenta. La atomoxetina es otra droga efectiva para el tratamiento de los pacientes con TDAH que puede administrarse en una o dos tomas diarias, y afecta el sueño y el apetito en menor medida que los estimulantes. En cambio, puede generar náuseas o sedación con una frecuencia superior. Además, la respuesta terapéutica puede demorar varias semanas en aparecer. La atomoxetina sería útil en presencia de comorbilidad con trastornos de ansiedad. No existe información sobre su utilidad en caso de depresión comórbida con TDAH. A la hora de elegir la droga a administrar se recomienda considerar el empleo de estimulantes como primera opción. Sin embargo, la atomoxetina es la droga de elección en presencia de abuso de sustancias, ansiedad, tics o intolerancia ante el empleo de estimulantes.

En ausencia de respuesta a los agentes mencionados se recomienda reconsiderar el diagnóstico, aplicar terapia conductual o administrar drogas no aprobadas por la FDA
En estos casos es posible que existan comorbilidades no detectadas que, aunque no constituyan el problema principal, afecten la atención y el control de impulsos. Entre las drogas no aprobadas por la FDA que pueden ser útiles en estos casos se incluye en bupropión, los antidepresivos tricíclicos (ATC) y los agonistas alfa adrenérgicos. Dado que la magnitud de efecto de dichas drogas dista de ser satisfactoria, es preferible aplicar una terapia conductual antes de administrarlas. Dicha terapia también puede ser efectiva como adyuvante cuando la respuesta al tratamiento con drogas de primera línea es incompleta.

Es recomendable monitorear la aparición de efectos adversos durante el tratamiento psicofarmacológico
Los efectos adversos más frecuentes del tratamiento con estimulantes son la disminución del apetito, la pérdida de peso, el insomnio y la cefalea. También puede observarse irritabilidad, labilidad emocional y tics. En presencia de efectos adversos será necesario ajustar la dosis, cambiar la droga o agregar otros agentes. En muchos casos, los efectos no deseados son transitorios. En caso de insomnio puede resultar útil el agregado de clonidina, trazodona, antihistamínicos o melatonina. La ciproheptadina puede mejorar el cuadro clínico en presencia de anorexia. Los resultados de estudios recientes no indicaron un aumento de la frecuencia de tics en caso de tratamiento estimulante. De hecho, se informó una mejoría del cuadro clínico en pacientes con trastornos por tics comórbidos tratados con estimulantes. Ante la aparición de tics puede resultar útil cambiar de estimulante, administrar una droga no estimulante o combinar el tratamiento con un agonista alfa adrenérgico. La administración de atomoxetina puede provocar trastornos gastrointestinales, sedación y disminución del apetito. En general, dichos cuadros remiten al ajustar la dosis. De lo contrario, puede ser necesario cambiar de fármaco. Si bien se informó disfunción hepática al administrar atomoxetina, no es necesario realizar un monitoreo de rutina al respecto. La información disponible no permite afirmar que el tratamiento con estimulantes aumente el riesgo de agresión. Aunque se comunicó un aumento de la frecuencia de labilidad emocional, existen temas metodológicos que impiden la obtención de conclusiones definitivas al respecto. Tanto los estimulantes como el modafinilo y la atomoxetina pueden provocar síntomas psicóticos, agresión y aumento del riesgo de suicidio, aunque con una frecuencia baja. En dichos casos se recomienda cambiar de droga en lugar de administrar antipsicóticos o estabilizadores del estado de ánimo. El índice de muerte súbita entre los pacientes con TDAH que reciben tratamiento farmacológico no difiere del índice correspondiente a la población general. No es necesario efectuar una evaluación cardiológica antes de iniciar el tratamiento con psicoestimulantes en pacientes sanos. Sin embargo, se recomienda evitar su empleo en pacientes con enfermedades cardíacas preexistentes.

Si la respuesta al tratamiento psicofarmacológico es significativa y se asocia con una normalización del desempeño académico, familiar y social, dicho abordaje puede considerarse satisfactorio
En estos casos, los beneficios vinculados con la aplicación adicional de intervenciones psicosociales son discutidos. La información disponible permite sugerir que si un paciente presenta remisión sintomática y normalización del funcionamiento al recibir tratamiento farmacológico, no es necesario agregar terapia conductual. De todos modos, siempre deben tenerse en cuenta las preferencias de los padres. En cambio, el tratamiento psicosocial es generalmente beneficioso en presencia de respuesta subóptima a la terapia farmacológica, comorbilidades o factores estresantes familiares.

Se recomienda realizar evaluaciones periódicas para valorar la continuidad del tratamiento. Esta debe tener lugar siempre que los síntomas estén presentes y afecten el funcionamiento del paciente
El monitoreo periódico permitirá modificar la dosis para potenciar la efectividad y la tolerabilidad del tratamiento farmacológico e individualizar las características de las intervenciones psicosociales. En cada consulta, el médico deberá evaluar el funcionamiento del paciente, los signos vitales, el peso corporal, la aparición de comorbilidades y la necesidad de modificar el plan terapéutico. De acuerdo con la información disponible, la continuidad del tratamiento farmacológico es beneficiosa en caso de TDAH. Si bien los efectos adversos de la terapia farmacológica a largo plazo requieren un monitoreo, en general no dejan secuelas, son de intensidad leve a moderada y pueden resolverse mediante la modificación de la dosis o el cambio de la droga. El profesional debe tener en cuenta que algunos pacientes con TDAH presentarán un deterioro progresivo a pesar de recibir tratamiento farmacológico, en tanto que otros experimentarán remisión sintomática y podrán suspender el tratamiento en forma satisfactoria. En ausencia de síntomas durante un año de tratamiento, resulta oportuno considerar la posibilidad de interrumpir su administración. Entre los signos de remisión del TDAH se destacan la ausencia de necesidad de cambiar la dosis a pesar del crecimiento del paciente y la ausencia de deterioro y el nivel adecuado de concentración al omitir la toma. Se recomienda intentar la interrupción del tratamiento durante períodos de bajo estrés como las vacaciones.

Es necesario controlar el peso y la talla de los pacientes durante el tratamiento farmacológico
De acuerdo con los resultados de dos revisiones efectuadas recientemente, el tratamiento con estimulantes puede asociarse con una disminución del crecimiento esperado. Dicho hallazgo tuvo lugar al menos durante los primeros 3 años de tratamiento. No obstante, resulta difícil determinar su relevancia clínica. Además, los resultados de los estudios disponibles al respecto son heterogéneos. Se recomienda evaluar el crecimiento una o dos veces por año y considerar la suspensión temporaria o el cambio de medicación en presencia de una trayectoria anormal de éste.

Conclusión

El tratamiento a largo plazo de los pacientes con TDAH será efectivo en presencia de una atención continua y especializada. Las consultas de seguimiento deberán efectuarse de acuerdo con el criterio del profesional tratante y las necesidades del paciente y su familia. La comunicación con la familia y otros informantes debe ser fluida ya que permitirá conocer el nivel de control sintomático y de tolerabilidad del tratamiento. La información brindada en el presente artículo no está destinada a fijar estándares de atención. En todos los casos, el profesional será quien decida la intervención a aplicar de acuerdo con las características del paciente y su familia, así como con los recursos y opciones disponibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario