Jornada de Trabajo: Prevención del Abuso contra los Niñ@s y Adolescentes.
Nota en Diario El Atlántico
Infancias robadas
LOCALES
Abuso sexual infantil, en debate
04.12.2009 08:59 hs.
Una jornada de trabajo desnudó una realidad que existe pero de la que se habla poco. Hubo cuestionamientos a las normas vigentes y se planteó la revictimización del menor en las instancias judiciales. “Los chicos deben ser escuchados”.-
El abuso sexual no es solamente la penetración, sea vaginal o anal. Pueden ser caricias, estimulación, exhibicionismo, puede ser manipulación de los genitales del niño al adulto o del adulto al niño, la utilización de menores para pornografía, la explotación sexual. El abuso sexual infantil tiene diversas maneras de expresarse, pero un mismo resultado: un daño irreversible. “Ese niño no está en condiciones de autorizar al otro a hacer nada, porque no tiene experiencia para valorar si eso es bueno o malo. Cuando lo vive, el daño ya está hecho”, señaló Ana María Martorella, médica especializada en psiquiatría infanto juvenil, que desde hace cinco años trabaja en el Hospital Materno Infantil de la ciudad.
Las huellas que el abuso sexual deja en niños y adolescentes son irresolubles y la situación se agrava si es el padre o la persona a cargo de su cuidado quien comete el abuso. Los síntomas pueden ser variados: van desde trastornos alimentarios hasta intentos de suicidios. Los juegos que surgen entonces entre los chicos se relacionan con lo escondido, con el secreto, el robo. “Se les robó su inocencia, su infancia. Esos juegos indican que algo ha pasado”, explicó Martorella, quien coordinó una jornada de trabajo que se realizó en una de las salas de licitaciones de la Municipalidad.
Al encuentro acudieron representantes del Poder Judicial, del Consejo de Psicólogos, trabajadoras sociales, referentes sociales, escolares y estuvo Alejandra Patuto, subsecretaria de la Mujer, en representación del Municipio.
Durante la presentación de la médica especializada en psiquiatría infanto juvenil, hizo referencia a la Declaración Internacional de los Derechos del Niño. El artículo 12, señaló, marca las garantías que debe tener el menor para “expresar su opinión libremente en todos los asuntos que lo afectan”. El chico, determinó la profesional, deber “ser escuchado, en todo procedimiento judicial o administrativo, directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado”.
Además, en el artículo 19, se destaca que el Estado deberá adoptar “todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual”. Habla de “procedimientos eficaces” para delinear programas sociales y, según corresponda, la intervención judicial
Sin embargo, al referirse a las características de los escenarios judiciales hubo diversos cuestionamientos propios y de los presentes. En principio se mencionó que los niños son llevados por distintas instancias y sometidos a reiterados interrogatorios. Martorella planteó que los chicos abusados experimentan dificultades en el lenguaje y cuentan con menos capacidad para expresarse. Dijo que es común poner en duda lo que los menores dicen y esto trae consecuencias en los niños que enseguida interpretan “no me cree”, “me equivoqué”, “dije algo mal”. Los menores, a diferencia de los adultos, tienen una mayor probabilidad de experimentar sentimientos como la culpa y la vergüenza.
Uno de los puntos que levantó más cuestionamientos fue la obligación de llevar a los niños a declarar. La médica fue crítica con la “Cámara Gesell” que ya está implementada en 12 provincias para declaraciones de menores víctimas o testigos de delitos. Mientras el menor habla, detrás de un vidrio oscuro terapeutas y abogados oyen el relato. Hubo quienes plantearon que el terapeuta debería declarar en la causa penal y así evitar que acuda el niño. Si es imprescindible su relato, entonces se dijo que podría ser llevado a otro ámbito como la escuela o una casa de comidas rápidas, por ejemplo.
Los presentes aseguraron que falla la comunicación entre los sectores y actores que actúan desde que se realiza la denuncia y se propusieron seguir trabajando interdisciplinariamente.
En la ciudad no hay estadísticas que den cuenta de esta realidad. Sin embargo, Martorella explicó a El Atlántico que “hay modas y hay épocas también”: “En eso tienen que ver también los estímulos de los medios. En una oportunidad, viendo un programa de baile en televisión, mi marido -viendo la desnudez de las chicas- dijo 'cuántos bebés que se van a engendrar esta noche'. Yo lo miré y le dije: 'y cuántos niños serán víctimas esta noche'”.
- ¿Qué posibilidad hay de comprobar un abuso?
- Los profesionales que están entrenados los pueden hallar. Los indicadores están presentes muchas veces en la primera entrevista y otras veces no. No siempre llegan a la consulta por el abuso sino por otra sintomatología, que puede ser depresión, fobias, trastornos alimentarios, alucinaciones. Hay chicos que me los mandan al hospital con orden de internación porque están con un delirio y resulta que el chico está conectado con la realidad y además tiene su delirio, que se relaciona con elementos de la amenaza y lo sexual. Cuando uno sabe cómo intervenir con el menor -y en algunos casos con medicación- el chico se siente comprendido, creído y empieza a poder recordar. A veces no cuentan no porque no quieran, sino que por cuestiones biológicas no pueden recordar. Hay áreas del sistema nervioso que se ven afectadas en los casos de abuso sexual infantil y de negligencia. Se pueden comprobar a través de marcadores biológicos como un electro encefalograma, una resonancia magnética o un análisis de sangre que determine que el cortisol esté elevado.
- ¿El chico es revictimizado en instancias judiciales?
- Sí, es lo que estoy viendo e intentando comprobar con otros profesionales que trabajen con esta problemática. Si bien el chico ya tiene su sintomatología de estrés postraumático, que abarca las formas de abuso infantil, el trauma se potencia cuando el chico tiene que enfrentar a terceros, contarles lo que le ocurrió: esto implica volver a acordarse. Es como vivir nuevamente la situación, o peor, porque los síntomas se agravan y mucho. He visto chicos que venían evolucionando y respondiendo a los tratamientos psicoterapéuticos y a veces con agregados farmacológicos, pero que de repente se psicotizan o aparecen intentos de suicidios o agresiones a terceros graves. Se agrava realmente el cuadro.
- ¿Qué sucede cuando el abusador es del entorno familiar del niño?
- Por algo las causas judiciales llevan en la carátula “agravado por el vínculo”. Esto no es solamente legal, sino también a nivel biológico. Todas las especies animales desde la más tierna infancia tenemos un apego, referido a una persona que ofrezca seguridad y protección y que sea confiable. Pero a veces esta misma persona que alimenta, que 'cura las nanas', también es el que viola. Entonces aparece lo que llamamos el apego inseguro, pero que fortalece el vínculo con esa persona. Por eso, muchas veces ocurre que el golpeador fue alguna vez golpeado, entonces quiere ser que se identifica con ese agresor. Por eso muchas veces los abusadores tienen en su historia haber sido víctimas de abuso sexual infantil. Esto no significa que todos los abusados vayan a ser abusadores.
- ¿Puede un niño reparar esta situación traumática a la que se ve expuesto?
- La reparación se va a completar al final de la adolescencia, cuando termina de constituirse su identidad y haya sublimando: la sublimación es el mecanismo de defensa superior. Es un recurso que tenemos para transformar aquello horroroso en algo más productivo y hasta bello. Si el niño, cuando va creciendo, puede ir sublimando este daño, utilizando otros mecanismos de defensa, entonces puede constituirse como persona. Esto no implica que no deje huellas: la tristeza, el dolor, la incapacidad de poder desarrollarse como persona, queda marcada a fuego. Pero sí lo puede sublimar haciendo algo bello, con denuncias públicas, o trabajando en pos de los derechos de los niños. De alguna manera reparan, a través de infancias de terceros, su propia infancia, robada, violada.
- ¿Cuál es la situación particular de Mar del Plata?
- Ahora hay elementos para diagnosticarlo. Tenemos una mirada más avezada y por el síntoma de consulta podemos llegar al diagnóstico de que ese síntoma es la punta del iceberg de algo que tiene que ver con el abuso sexual infantil. No se si aumentaron los casos, pero sí el diagnóstico y la denuncia. Porque se tiene conciencia de que esto existe.
Redacción El Atlántico
http://www.diarioelatlantico.com.ar/
Nota en Diario El Atlántico
Infancias robadas
LOCALES
Abuso sexual infantil, en debate
04.12.2009 08:59 hs.
Una jornada de trabajo desnudó una realidad que existe pero de la que se habla poco. Hubo cuestionamientos a las normas vigentes y se planteó la revictimización del menor en las instancias judiciales. “Los chicos deben ser escuchados”.-
El abuso sexual no es solamente la penetración, sea vaginal o anal. Pueden ser caricias, estimulación, exhibicionismo, puede ser manipulación de los genitales del niño al adulto o del adulto al niño, la utilización de menores para pornografía, la explotación sexual. El abuso sexual infantil tiene diversas maneras de expresarse, pero un mismo resultado: un daño irreversible. “Ese niño no está en condiciones de autorizar al otro a hacer nada, porque no tiene experiencia para valorar si eso es bueno o malo. Cuando lo vive, el daño ya está hecho”, señaló Ana María Martorella, médica especializada en psiquiatría infanto juvenil, que desde hace cinco años trabaja en el Hospital Materno Infantil de la ciudad.
Las huellas que el abuso sexual deja en niños y adolescentes son irresolubles y la situación se agrava si es el padre o la persona a cargo de su cuidado quien comete el abuso. Los síntomas pueden ser variados: van desde trastornos alimentarios hasta intentos de suicidios. Los juegos que surgen entonces entre los chicos se relacionan con lo escondido, con el secreto, el robo. “Se les robó su inocencia, su infancia. Esos juegos indican que algo ha pasado”, explicó Martorella, quien coordinó una jornada de trabajo que se realizó en una de las salas de licitaciones de la Municipalidad.
Al encuentro acudieron representantes del Poder Judicial, del Consejo de Psicólogos, trabajadoras sociales, referentes sociales, escolares y estuvo Alejandra Patuto, subsecretaria de la Mujer, en representación del Municipio.
Durante la presentación de la médica especializada en psiquiatría infanto juvenil, hizo referencia a la Declaración Internacional de los Derechos del Niño. El artículo 12, señaló, marca las garantías que debe tener el menor para “expresar su opinión libremente en todos los asuntos que lo afectan”. El chico, determinó la profesional, deber “ser escuchado, en todo procedimiento judicial o administrativo, directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado”.
Además, en el artículo 19, se destaca que el Estado deberá adoptar “todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual”. Habla de “procedimientos eficaces” para delinear programas sociales y, según corresponda, la intervención judicial
Sin embargo, al referirse a las características de los escenarios judiciales hubo diversos cuestionamientos propios y de los presentes. En principio se mencionó que los niños son llevados por distintas instancias y sometidos a reiterados interrogatorios. Martorella planteó que los chicos abusados experimentan dificultades en el lenguaje y cuentan con menos capacidad para expresarse. Dijo que es común poner en duda lo que los menores dicen y esto trae consecuencias en los niños que enseguida interpretan “no me cree”, “me equivoqué”, “dije algo mal”. Los menores, a diferencia de los adultos, tienen una mayor probabilidad de experimentar sentimientos como la culpa y la vergüenza.
Uno de los puntos que levantó más cuestionamientos fue la obligación de llevar a los niños a declarar. La médica fue crítica con la “Cámara Gesell” que ya está implementada en 12 provincias para declaraciones de menores víctimas o testigos de delitos. Mientras el menor habla, detrás de un vidrio oscuro terapeutas y abogados oyen el relato. Hubo quienes plantearon que el terapeuta debería declarar en la causa penal y así evitar que acuda el niño. Si es imprescindible su relato, entonces se dijo que podría ser llevado a otro ámbito como la escuela o una casa de comidas rápidas, por ejemplo.
Los presentes aseguraron que falla la comunicación entre los sectores y actores que actúan desde que se realiza la denuncia y se propusieron seguir trabajando interdisciplinariamente.
En la ciudad no hay estadísticas que den cuenta de esta realidad. Sin embargo, Martorella explicó a El Atlántico que “hay modas y hay épocas también”: “En eso tienen que ver también los estímulos de los medios. En una oportunidad, viendo un programa de baile en televisión, mi marido -viendo la desnudez de las chicas- dijo 'cuántos bebés que se van a engendrar esta noche'. Yo lo miré y le dije: 'y cuántos niños serán víctimas esta noche'”.
- ¿Qué posibilidad hay de comprobar un abuso?
- Los profesionales que están entrenados los pueden hallar. Los indicadores están presentes muchas veces en la primera entrevista y otras veces no. No siempre llegan a la consulta por el abuso sino por otra sintomatología, que puede ser depresión, fobias, trastornos alimentarios, alucinaciones. Hay chicos que me los mandan al hospital con orden de internación porque están con un delirio y resulta que el chico está conectado con la realidad y además tiene su delirio, que se relaciona con elementos de la amenaza y lo sexual. Cuando uno sabe cómo intervenir con el menor -y en algunos casos con medicación- el chico se siente comprendido, creído y empieza a poder recordar. A veces no cuentan no porque no quieran, sino que por cuestiones biológicas no pueden recordar. Hay áreas del sistema nervioso que se ven afectadas en los casos de abuso sexual infantil y de negligencia. Se pueden comprobar a través de marcadores biológicos como un electro encefalograma, una resonancia magnética o un análisis de sangre que determine que el cortisol esté elevado.
- ¿El chico es revictimizado en instancias judiciales?
- Sí, es lo que estoy viendo e intentando comprobar con otros profesionales que trabajen con esta problemática. Si bien el chico ya tiene su sintomatología de estrés postraumático, que abarca las formas de abuso infantil, el trauma se potencia cuando el chico tiene que enfrentar a terceros, contarles lo que le ocurrió: esto implica volver a acordarse. Es como vivir nuevamente la situación, o peor, porque los síntomas se agravan y mucho. He visto chicos que venían evolucionando y respondiendo a los tratamientos psicoterapéuticos y a veces con agregados farmacológicos, pero que de repente se psicotizan o aparecen intentos de suicidios o agresiones a terceros graves. Se agrava realmente el cuadro.
- ¿Qué sucede cuando el abusador es del entorno familiar del niño?
- Por algo las causas judiciales llevan en la carátula “agravado por el vínculo”. Esto no es solamente legal, sino también a nivel biológico. Todas las especies animales desde la más tierna infancia tenemos un apego, referido a una persona que ofrezca seguridad y protección y que sea confiable. Pero a veces esta misma persona que alimenta, que 'cura las nanas', también es el que viola. Entonces aparece lo que llamamos el apego inseguro, pero que fortalece el vínculo con esa persona. Por eso, muchas veces ocurre que el golpeador fue alguna vez golpeado, entonces quiere ser que se identifica con ese agresor. Por eso muchas veces los abusadores tienen en su historia haber sido víctimas de abuso sexual infantil. Esto no significa que todos los abusados vayan a ser abusadores.
- ¿Puede un niño reparar esta situación traumática a la que se ve expuesto?
- La reparación se va a completar al final de la adolescencia, cuando termina de constituirse su identidad y haya sublimando: la sublimación es el mecanismo de defensa superior. Es un recurso que tenemos para transformar aquello horroroso en algo más productivo y hasta bello. Si el niño, cuando va creciendo, puede ir sublimando este daño, utilizando otros mecanismos de defensa, entonces puede constituirse como persona. Esto no implica que no deje huellas: la tristeza, el dolor, la incapacidad de poder desarrollarse como persona, queda marcada a fuego. Pero sí lo puede sublimar haciendo algo bello, con denuncias públicas, o trabajando en pos de los derechos de los niños. De alguna manera reparan, a través de infancias de terceros, su propia infancia, robada, violada.
- ¿Cuál es la situación particular de Mar del Plata?
- Ahora hay elementos para diagnosticarlo. Tenemos una mirada más avezada y por el síntoma de consulta podemos llegar al diagnóstico de que ese síntoma es la punta del iceberg de algo que tiene que ver con el abuso sexual infantil. No se si aumentaron los casos, pero sí el diagnóstico y la denuncia. Porque se tiene conciencia de que esto existe.
Redacción El Atlántico
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