CUÁNTO DAÑO A TODOS LOS NIÑOS Y JÓVENES QUE PRESENTAN ESTE TRASTORNO, Y QUE AHORA SUS PADRES COMENZARÁN A EXIGIRLES QUE HAGAN LO QUE NUNCA PODRÁN LOGRAR... MÁS FRUSTRACIÓN PARA ESAS FAMILIAS Y ESOS HIJOS!!!! CUÁNTA GENTE QUE OPINA COMO SI SUPIERA SIN TENER LA FORMACIÓN PROFESIONAL QUE LO CONVIERTA EN EXPERTO E IDÓNEO.....
Nuevamente, una noticia errada sobre Messi y el Autismo, nos obliga a presentarles un artículo que publicásemos en SpacioLibre.
En un interesante artículo llamado Un transtorno que va más allá de la excentricidad, se cita al reconocido experto en Síndrome de Asperger, el Dr. Volkmar, a propósito de si el científico Henry Cavendish tenía o no Asperger. Volkmar señala “Desafortunadamente hay una especie de industria casera dedicada a descubrir que cualquiera tiene Asperger”, para luego acotar que Cavendish, en definitiva, era un tipo “extraño”.
Lamentablemente, desde hace mucho, se asocia la excentricidad, extravagancia o simple rareza con el Síndrome de Asperger. Luke Jackson hace las distinciones necesarias en su libro Freaks, Geeks & Asperger Syndrome. Un denominador común de las personas socialmente llamadas “nerds”, “freaks”, “geeks”, es su gran capacidad de concentración en un objetivo determinado y su inteligencia superior a la media, características que suelen presentarse en el Síndrome de Asperger pero que aisladamente no configuran un diagnóstico.
Un diagnóstico de Asperger, como hemos señalado en otro lugar, se basa en dificultades clínicamente significativas, es decir, que afectan realmente la calidad de vida de la persona en:
- Las áreas de la llamada “Tríada de Wing”: Comunicación, Relaciones sociales e Intereses restringidos.
- Tareas en Teoría de la mente, es decir, qué tan capaz es la persona de comprender intencionalmente la conducta de los demás, qué tanto puede comprender las intenciones del otro, el lado “cognitivo” de la empatía.
- ¿Presenta la persona dificultades sensoriales?
- ¿Presenta la persona un tipo de procesamiento de la información que tiende más a la sistematización que a la empatía?
- Tareas en Teoría de la mente, es decir, qué tan capaz es la persona de comprender intencionalmente la conducta de los demás, qué tanto puede comprender las intenciones del otro, el lado “cognitivo” de la empatía.
- ¿Presenta la persona dificultades sensoriales?
- ¿Presenta la persona un tipo de procesamiento de la información que tiende más a la sistematización que a la empatía?
Ahora bien, si hacemos una rápida búsqueda en Google bajo “famosos con Asperger” podemos encontrar: nombres de personajes que no lo fueron o no lo son, como Spielberg, Michael Jackson, Bill Gates…
Otros, podemos presumir que lo fueron si contamos con una biografía lo bastante abundante… como Thomas Jefferson, analizado por Norm Ledgin y Temple Grandin.
Otros podemos identificarlos como cercanos al espectro de las condiciones autistas merced al llamado fenotipo autista ampliado, es decir, existen personas que pueden tener rasgos que los aproximen al Asperger, al autismo, pero que no lo son.
Pero para vender y ser sensacionalistas es más emocionante pretender que Hitchcock tenía Asperger (no lo tenía) que Wittgenstein (quien sí, aparentemente, cumplía todos los criterios.)
Tim Burton no es Asperger. Messi tampoco (¿se imaginan la capacidad de combinaciones que uno tiene que hacer para “leer” la gestualidad e interpretar las conductas no verbales de 21 personas mientras se juega?).
Debemos decir basta al comercio que el periodismo ignorante hace con los diagnósticos, amparados en profesionales con afán de portada. Lo único que estamos logrando es que se sobrediagnostique más, que esto se vuelva una moda y que nos olvidemos lo esencial: tener Asperger no te hace mejor o peor que nadie, es una condición de vida con sus luces y sombras… y que tras el diagnóstico habita una persona, un nombre, que merece de nosotros respeto e información, no clichés. Como todos en este mundo neurodiverso.
http://eita.pe/generales/respetando-la-neurodiversidad-no-messi-no-tiene-autismo-sindrome-de-asperger-y-muchos-otros-tampoco
Una investigación de Goal termina con la polémica que envolvió al ex-jugador brasileño alrededor de un supuesto caso de autismo de Messi
La idea de que una gran celebridad supere una enfermedad o alguna afección para convertirse en el mejor del mundo en su profesión, estremece a la gente. Es por eso que más de 150.000 internautas,incluyendo al Diputado Federal y exjugador brasileño Romario, reprodujeron en las redes sociales el texto: “Messi, la superación de un autista”, del periodista y publicitario José Luiz Tejón. Fue algo que llamó mucho la atención de la prensa y generó controversia y debates. Las versiones no tardaron en propagarse viralmente en internet, pero la veracidad de la información es algo que muchas veces se deja de lado. Tesis sin sustentos, a veces terminan convirtiéndose en “hechos”.¿Pero de dónde surgió esta teoría y qué factores la llevaron a desparramarse por las redes sociales y los medios?
En una entrevista exclusiva con Goal, el periodista Roberto Amado, el primero en levantar esta hipótesis en su sitio de internet y principal fuente para el artículo de Tejón, explica que esta afirmación la hizo a partir de un análisis comportamental de Messi hecho a distancia. De acuerdo a sus afirmaciones, durante su investigación, descubrió una cita a un informe médico que afirmaba que Messi era portador del Síndrome de Asperger (ver recuadro informativo), una forma leve de autismo. Pero ese documento jamás fue divulgado.
“Hace dos años pienso en este tema y analizo el comportamiento del jugador dentro y fuera del campo. No tengo ninguna base científica para llegar a esta conclusión, pero digo lo que digo en base a mi experiencia de vida y al hecho de haber convivido desde niño con personas que presentan ese cuadro”, declaró Amado.
La experiencia que cita el periodista se debe al hecho, según él, de ser hijo de un neuropediatra y una fonoaudióloga, que actuaron juntos en casos similares durante más de 35 años. Esta situación tornó su convivencia con estos pacientes en algo muy común en su vida. Para él, escribir esa nota iba a servir más para darle valor a los portadores del síndrome de Asperger que para difamar al jugador.
“Cuando escribí esa nota, mi principal objetivo no fue el de acusar a Messi de sufrir una enfermedad, como mucha gente terminó entendiendo. El principal objetivo era decir que los autistas pueden relacionarse, pueden vivir normalmente y ser muy productivos”, afirmó.
Aún cuando la versión no contenía ninguna fuente médica, conforme a lo que el propio autor declaró, la tesis se propagó rápidamente. José Luiz Tejón, uno de los primeros en divulgar la información en una nota en la revista Exame, la consideró coherente apenas tomó conocimiento de la misma. A pesar de eso, él aclara que solamente una persona especializada podría realizar semejante afirmación.
“Solamente un psiquiatra puede definir (el cuadro). Personalmente yo nunca estuve con Messi o hablé con algún psiquiatra sobre su caso. Lo que más me llamó la atención fue que el ángulo del artículo fue algo positivo para las personas con capacidades diferentes. Yo tengo un cariño muy grande por ellos”, justificó.
A pesar de la intención del autor, la especialista en psicomotricidad, Alexandra Resende, que trabaja diariamente con pacientes autistas, reprueba este tipo de análisis hecho sin el contacto directo con el paciente.
“Creo que es algo demasiado prematuro, superficial y hasta irresponsable, hacer un diagnóstico a distancia. Incluso porque, para llegar a un diagnóstico de Asperger, autismo o cualquiera sea el grado del cuadro, es importante revisar la historia de vida del paciente. Es un trabajo minucioso”, destacó la profesional brasileña.
Aún sin contar con las bases necesarias apuntadas por Resende, Roberto Amado se considera satisfecho con la repercusión de su obra, pues considera que la misma atendió a la ansiedad de quienes conviven con portadores de esta enfermedad. A pesar de esto, reconoce que podría haber sido más precavido como periodista.
“Considero incluso que puede que yo haya ido un poco más allá del límite de lo que debería haber hecho como periodista al afirmar algo así sin contar con avales médicos. Pero lo hice y nunca imaginaba que iba a tener tanta visibilidad. Todo se convirtió en una bola de nieve. Pero no me arrepiento de lo que hice, porque atendí a la ansiedad de personas que están involucradas con el Síndrome de Asperger. Eso es lo que sentí, con mucha intensidad, con la devolución que recibí”, comentó.
Para el periodista, el preconcepto todavía es un tema que no tiene que dejarse de lado cuando se habla de autismo. Roberto Amado se defiende afirmando que la repercusión de su trabajo se dio justamente porque la sociedad no acepta que una persona “diferente” al patrón, se convierta en una referencia en la propia sociedad.
La mirada de quien convive con esta realidad ¿Cómo analiza una persona sin estudios al respecto, pero que convive día a día con esa situación, el trabajo de Roberto Amado? Renata Rabelo, de 34 años, madre de dos niños diagnosticados dentro del espectro del autismo, comparte la idea de la posibilidad de que un portador del síndrome obtenga éxito en la vida profesional. Pero demuestra cierta inseguridad en sus declaraciones al resaltar algunas incoherencias en el abordaje de los hechos. “Creo que esa tesis tal vez pueda ser posible, pero mi marido, que mira mucho más fútbol que yo, por ejemplo, no está de acuerdo. Creo que es posible notar ciertos trazos de autismo a través de una mirada profunda u observando sus hábitos. Pero está claro que no somos capaces de diagnosticar. Sólo un médico puede hacerlo. En lo que yo no concuerdo con la información es que el autor afirma que la coordinación motriz de Messi es muy buena justamente por ser portador del síndrome, porque en rasgos generales, lo que percibimos nosotros es que la situación es exactamente opuesta. Yo nunca vi a un autista con habilidades para jugar al fútbol. Ellos tienen facilidades en matemáticas o en actividades mentales, pero no en habilidades motrices”. “De todas maneras, como madre, ese texto me sirvió mucho como estímulo. No necesariamente porque vaya a ver a mis hijos convertirse en jugadores de fútbol, pero porque podrían tener éxito en otras áreas. Ahora tengo más esperanzas” |
¿Y si consideráramos que la teoría de Roberto Amado fuese cierta? En ese caso, ¿sería posible que el jugador alcance el nivel de excelencia que demuestra Messi siendo portador del Síndrome de Asperger? De acuerdo con la doctora Alexandra Resende, sí, dado que este cuadro afecta principalmente los aspectos sociales y no le impediría que desenvolviera las habilidades que posee.
“El Asperger es un síndrome que causa una deficiencia en la interacción social, pero normalmente se trata de niños y adultos muy inteligentes, algunas veces con un coeficiente intelectual por arriba del promedio. Entonces es perfectamente posible que aún encontrándose dentro de ese cuadro, él pueda alcanzar ese nivel”, recordó Resende.
El doctor Marco Antonio Alves, Director de la Clínica de Rehabilitación da Ilha, en el Estado de Rio de Janeiro, y uno de los mayores especialistas en la materia en Brasil, explica que el síndrome puede ser perfectamente llevado a niveles en los que puede pasar desapercibido, en caso de que sea tratado en los primeros años de vida del paciente.
“Cuanto más temprano sea hecho el diagnóstico y el inicio del tratamiento, mejor será el diagnóstico de vida de ese niño. Podemos hablar incluso, lo que no está comprobado científicamente, de la obtención de la cura del autismo a través de una reorganización neurofuncional. Este resultado puede llegar a través del método Padovan, concebido por la brasileña Beatriz Padovan, que realmente determina cambios en el comportamiento de cualquier grado del espectro autista”, explicó.
Roberto Amado solamente lamenta que después de esta experiencia él se haya convertido en el blanco de críticas y ofensas por parte de los fanáticos del jugador argentino, que según él, no entendieron el verdadero objetivo de su trabajo.
“Recibí ofensas. Cuando uno dice que un ídolo es autista, algunas personas se enfurecen. Si yo ofendí a Messi y a su familia, lo siento mucho. No fue mi intención. Todo lo contrario, yo quería valorar a quienes son diferentes”, afirmó Amado.
Ante tanta polémica, queda la certeza de que, siendo o no portador del síndrome, Lionel Messi es un genio que emociona a muchos. Pero por otro lado queda también la percepción de que la sociedad todavía necesita aprender a comportarse con personas que salen del modelo de persona considerado como normal. Lo importante, como confirma la Dra. Resende, es que esos ciudadanos no poseen un límite predeterminado aun cuando el crack del Barcelona no tenga ningún diagnóstico conocido de ese síndrome.
“Yo creo que no hay límites para nadie. A partir del momento en el que el paciente encuentra un tratamiento neurológico correcto, que se encuadra dentro de un método de eficacia comprobada, la consecuencia es lo más importante. Entonces es por esto que creo que no existe un límite. Si usted encuentra un método que de resultado, tiene que profundizar hasta el final, sin que le importe el tiempo. Invierta en él y permita que el paciente rompa con todas las barreras y que conquiste el mundo”
¿Qué es el autismo? El autismo es un trastorno global del desarrollo, que genera alteraciones en las percepciones sensoriales del individuo, que resultan en dificultades funcionales y en la eficiencia en la comunicación. Se puede ejemplificar de una forma simple. El autista mira, pero no nos ve; escucha bien, pero no nos oye; puede hablar, pero no nos dice nada. Estos pacientes también pueden presentar una gran alteración en el sentido del movimiento (sienten la necesidad de estar con juguetes que giran, por ejemplo). Investigaciones recientes en los Estados Unidos apuntan que hay un autista por cada 50 individuos en algunas ciudades de aquel país, y que las causas más probables pueden ser variaciones genéticas y biológicas. Otras tesis afirman que hay factores ambientales que también pueden ser capaces de desarrollar ese síndrome, como agentes infecciones (rubéola, por ejemplo), o el contacto con agentes químicos, como talidomida o metales pesados, durante el período de gestación. El síndrome se divide en diferentes niveles, siendo el Asperger el más leve. Los pacientes con Asperger no ven comprometida su inteligencia, pero sí sufren un gran impacto en la interacción social. Los pacientes diagnosticados con cuadros intermedios o de alto grado, pueden presentar una incapacidad en el contacto interpersonal, pudiendo incluso adquirir un comportamiento agresivo en los casos más agudos. El tratamiento a través del método Padovan, prioriza una atención multidisciplinar, que engloba a la fonoaudiología tradicional, la psicomotricidad, la psicopedagogía, la psicología y la fisioterapia, en pos de conseguir la reorganización neurofuncional. Esta gimnasia cerebral reproduce a través de ejercicios predeterminados, fases del desarrollo que estimulan la sinapsis que permite que áreas del cerebro que no cuentan con funcionamiento propio, tengan su rol sustituido por otras. Hay relatos de pacientes que pasaron por esa terapia y que después de su tratamiento pudieron asistir sin problemas a cursos de alfabetización en escuelas regulares y otros que llegaron incluso a terminar un nivel de educación superior. Fuente: Dr. Marco Antonio Alves, quien actúa en este segmento desde hace más de 35 años. Actualmente es el Director de la Clínica de Rehabilitación da Ilha (Rio de Janeiro, Brasil), donde coordina un equipo multidisciplinar. Fonoaudiólogo, Psicopedagogo y especialista en psicomotricidad, es titular del curso de reorganización neurofuncional y experto en autismo con varios cursos en el exterior. http://www.goal.com/es/news/20/argentina/2013/09/17/4267362/lionel-messi-y-el-malentendido-con-el-autismo
CONFUSO: ¿Por qué Messi se portó como un completo patán? Léelo antes de comentar!!
por: Ernesto Morales
Segundo: Lionel Messi no disfrutaba aquel espectáculo de luces y flashes y autógrafos pedidos y cámaras de televisión con reporteros que, como yo, intentaban obtener una reveladora entrevista suya. Recuerdo haber pensado: este chico, solo quería jugar. Y lo han traído de la mano a esto. Era el año 2012, acababa de ganar su tercer Balón de Oro, y estaba en Miami como parte de esa gira esperpéntica llamada “Messi & Friends”, organizada por la fundación que lleva su nombre, donde se desarrollaban partidos entre dos equipos-frankenstein, armados a como diera lugar con jugadores estelares, para exhibición y recaudaciones benéficas. La lectura del marketing podría ser esta: “El mejor jugador del mundo dedica sus vacaciones a jugar fútbol para recaudar dinero con fines benéficos”. La lectura un poco más profunda sería otra: “Un chico que solo quería jugar al fútbol, debe cumplir también en sus vacaciones con obligaciones, sin descanso, porque la maquinaria de dinero, de publicidad, exige fundaciones como la suya, benéficas, para paliar los impuestos millonarios a sus ingresos”. De repente debía ganar más dinero para que le quitaran menos de su dinero. Y del dinero de su padre. Y del dinero que le generan Adidas, y Head & Shoulders y Doritos y la retahíla de transnacionales que pagan por su imagen. Y Leo Messi, cuando empezó todo esto, con cinco añitos, solo quería jugar al fútbol. Esa linda y sobrecogedora palabra: jugar. Cuando Lionel Messi me firmó el tennis que guardo en una vitrina de mi casa, apenas me miró, aquella tarde en los vestuarios del Sun Life Stadium. No miraba a nadie. No podía. Sus pupilas no tenían forma de fijarse en ningún punto concreto: tenía cien flashes encima, ocho cámaras de televisión, y un cordón de guardaespaldas liderado por su tío que no por ser su tío tenía la complexión del sobrino. Es bajo como él, pero es un pequeño Neandertal con brazos de orangután. Tengo el recuerdo grabado en la memoria con espantosa fijación: aquel chico, tres años menor que yo, literalmente no podía dar un paso con libertad. Su cara era una forma de la angustia sobrellevada. En los vestuarios del stadium de Miami conversaban y se cambiaban esa tarde, con total naturalidad, futbolistas de élite como Radamel Falcao, Didier Drogba, Fabio Cannavaro y Diego Forlán. Ellos podían, aunque fuera a trompicones, tener una vida normal. Se tomaban un par de fotos, hablaban entre ellos, socializaban incluso con nosotros los periodistas. Lionel Messi no. Adidas exigía, como parte de los acuerdos contractuales de esta gira benéfica, seguridad personalizada a toda hora y en todo sitio. Y a toda hora y en todo sitio incluía también las duchas. Messi no podía bañarse y cambiarse en el mismo vestuario que el resto. Y todo esto había empezado en un barriecito de Rosario, Argentina, veinte años atrás, con un chiquillo que solo quería jugar al fútbol. Messi no nació normal. Además de la deficiencia hormonal que le obligó a mudarse a Barcelona en su infancia para recibir tratamiento durante años, nació con una forma leve de autismo descubierta por el psiquiatra y pediatra austríaco Hans Asperger. Cuando en este 2014 Messi dijo que no sabía nada de sus cuentas bancarias y deudas con Hacienda, que todo eso lo llevaba su padre, difícilmente no estuviera diciendo la verdad. No solo porque su genio es para el fútbol, no para la economía y la mercadotecnia, sino porque él solo ponía las piernas. Su síndrome de Asperger da para una concentración extraordinaria en un asunto (en su caso el fútbol), y para nada más. Los cerebros que controlan los hilos de su nombre y su marca y su cotización, empiezan en su padre y terminan, quién sabe, en una red de abogados y firmas donde cada cual saca su apetitosa tajada. A Messi, su padre le decía: “Tú juega al fútbol. Déjame el resto a mí”. El chico al que ni la escuela, ni otros deportes, ni la televisión ni los viajes le interesaban, el rosarino pequeñito de 10 años, al que solo le interesaba inyectarse los muslos para poder jugar al fútbol, de repente se descubrió debiéndole 35 millones de euros a Hacienda. Cuando Lionel ganó su primer Balón de Oro, en 2009, el escritor uruguayo Eduardo Galeano dijo que a Messi deslumbraba verlo porque no había dejado de jugar como un chiquilín de barrio. Era verdad. Así jugaba Lionel. Y así no juega ya. Por el camino, en esa línea que debía ser recta entre un deportista fascinantemente talentoso y el deporte que solo quiere practicar, han entrado a jugar otras demasiadas variables que en nada son poéticas ni ingenuas como la palabra jugar. De repente Messi se vió con un peso sobre sus hombros: ser el sustituto de Maradona. Él no lo pidió. El solo pidió jugar al fútbol. Pero su país y nosotros, los hinchas, le otorgamos esa empresa como quien envuelve el mapa del tesoro en la piel de un animal, y lo pone en manos de un héroe que debe partir. De repente se vio, además, como una industria de hacer euros. Lo mismo posando en calzoncillos, que vistiendo los carnavalescos trajes de Dolce & Gabbanna, que lavándose la cabeza con champú que de seguro ni usa. Pero eso le decían sus asesores, sus familiares, sus abogados, que debía hacer. Un rasgo distintivo de los síndromes de Asperger es su noble capacidad para obedecer. Messi terminó siendo como todos quisieron que fuera. Y después vinieron los Balones de Oro. No importaba que él solo balbuceara una y otra vez que solo quería jugar al fútbol. Nada de eso. Tenía que ser la estrella del circo. Tenía que exhibirse como el principal gladiador del coliseo romano. Uno tras otro los Balones de Oro que la FIFA le arrebató a una revista francesa, madre de la iniciativa. Toma. Ahí los tienes. Eres el mejor del mundo. No nos basta con tu juego hermoso, divertido, de fantasía. No es suficiente con que hagas más bello este deporte todavía. Tienes que ser nuestra cabeza de turco. Nuestro fantoche. Algo que vender, porque te van a comprar: eres demasiado bueno. ¿Porque él los quería? No, casi de seguro: porque nosotros los queríamos. Nosotros, los consumidores adictos al fútbol. Los que exigimos cada vez más torneos, aunque los futbolistas tengan cada vez menos piernas. Y nosotros pagamos por eso. Pagamos por camisetas, por membresías de clubes, entradas a stadiums, juegos de Playstation, posters. Nosotros pagamos, la industria pone luces, cámaras y acción; los futbolistas, llámense Messi, o Cristiano, que pongan sus muslos y sonrían. Y uno termina preguntándose si aquel chico se acordará, entre tanta vorágine y tanta podredumbre, de que él solo quería jugar al fútbol. Como otros queríamos ganarnos la vida escribiendo, otros bailando, y otros pintando cuadros. Divertirnos, solo eso. El primer gran enemigo de la FIFA, casualidad macabra, es el hombre cuya Historia ha atormentado al rosarino Messi, sin ninguno de los dos quererlo. Es un atorrante incontenible, un comunista vomitivo y futbolista sin comparación posible, llamado Diego Armando Maradona. Maradona se ganó la animosidad de la FIFA por hacer algo impensable, digamos: denunciar a los cuatro vientos que esa banda de rufianes que había organizado al fútbol alrededor de cuatro letras, se comportaba como una mafia sonriente con todo el poder del mundo, sin oposición o control posible. Muchos se preguntan, de no haber sido Maradona el enemigo declarado de la FIFA si su carrera habría sido truncada de forma tan escandalosa por aquel positivo a la endorfina, en 1994. No era el primero, no sería el último en dar alterado en un test de doping. Con Maradona, el bocón, el bastardo, no hubo atenuante posible. La FIFA sonreía. Hoy, rebelarse contra la FIFA es prácticamente imposible si quieres patear balones de manera profesional. El organismo tiene impunidad para, por ejemplo, no pagar impuestos y derogar leyes vigentes en los países donde celebra sus torneos si estas afectan sus intereses económicos. Y está dirigida por un señor mayor llamado Joseph Blatter desde hace 16 años. Blatter es solo 10 años más joven que Fidel Castro, y para mí, oriundo de un país donde las entronizaciones del poder han sido cosa de más de medio siglo, me aterra cualquier mandato demasiado extenso. Más, si el organismo dirigido se autodefine como sin fines de lucro y tiene fondos de reserva en bancos suizos (la casa natal de Blatter) por mil millones de dólares. Y esa es la organización que decide las vidas de chicos como Lionel, como James, como Suárez, como Cristiano. Jóvenes de entre 20 y 28 años que comenzaron viendo el fútbol no como un empleo, no como una forma de hacer dinero, no como mira un lobo de Wall Street los indicadores del Dow Jones: apenas niños que querían divertirse jugando al fútbol. Las lágrimas de Cristiano Ronaldo al recoger su segundo Balón de Oro, no tienen falla: eran lágrimas de presión. Lágrimas de tensión acumulada. De miedos impuestos por una industria donde todos, sus seguidores y detractores, le exigimos cada vez más, cada vez mejor, cada vez más espectacular. El colmo de lo grotesco: Cristiano Ronaldo debió jugar la final de la Champions League con una orden comercial en su cabeza: “Si marcas un gol, te quitas la camisa, vas hacia el corner, y gritas y sacas músculos, lo más fuertemente que puedas”. ¡Filmaban una película sobre él! ¡Había que lanzar más carne al hambre del espectáculo! Cristiano, como Messi, solo quería en un principio jugar al fútbol. Hoy, ambos, son los gladiadores que ganan millones despedazándose en medio del coliseo, mientras nosotros decidimos, en las gradas, si con un pulgar arriba o un pulgar abajo, se les perdonan o si se les salvan sus vidas. Nosotros los hemos puesto a pelear entre sí. Probablemente sin nosotros, sin la industria que nos satisface el morbo de la rivalidad malsana, ellos serían amigos o poco menos. Admitámoslo: esto es grotesco. Esto es una mierda. Alguien depositó en las neuronas de Lionel Messi una responsabilidad: tienes que ser el mejor de todos los tiempos. No basta con que juegues maravilloso. Tienes que ganar el Mundial, de lo contrario, no serás el mejor de todos los tiempos. Así llegó este chico a Brasil. No como quien viene a una fiesta, lo que debería ser. No como se va a competir con dedicación, pero con disfrute. No. A él se le exigía golear, correr, y ganar. Se lo exigía Adidas. Se lo exigía el contrato de mejor pagado del mundo que firmó con Barcelona. Se lo exigía su mercantil padre. Se lo exigía la separatista Catalunya. Se lo exigía una Argentina donde ni siquiera tuvieron a bien ponerle inyecciones de crecimiento cuando chico. Se lo exigía una legión de detractores que, crueles como somos los hinchas futboleros, emplea adjetivos mordaces y destructivos, adjetivos que vendrían bien a asesinos seriales o dictadores de pueblos, no a jóvenes que corren detrás de un balón. Se lo exigía yo. Sí: también se lo exigía yo mientras veía hoy el partido con mi hijo de seis meses sobre mis piernas. Messi ha fallado. Messi miraba al cielo en el momento de mandar ese tiro libre a las nubes. El mismo que otras veces se clavó en la red, hoy fue a parar al cielo de Río a donde doscientos mil argentinos ponían sus rezos para que el equipo no se fuera así, sin más. Y Messi era el culpable. Era culpable de no estar ya a su mejor y más rutilante nivel, y, oh pecado, era culpable de no ser ya el mejor de la Historia. De repente lo recordé caminando delante de mí, dos años atrás, firmándome aquel zapato con las pupilas dilatadas por tanto bullicio y luces alrededor de él. Recordé su cara de angustia, de quien quiere desaparecer y tumbarse en el sofá a ser un tipo simplemente normal: la misma cara con la que recogió, en el sopor de la máxima humillación, el último premio que todavía hoy le tenía la FIFA listo, contra toda lógica y toda comprensión. Yo vi a Messi esta tarde y de repente sentí lástima por él, y por la tragedia silenciosa que es toda esta profesionalización, esta industria de circo, descarnada, indoliente, donde tantos futbolistas se han suicidado y a otros tantos les ha explotado en la cancha el corazón; esta industria donde se coronan a héroes y se desguazan a derrotados; esta cultura despiadada donde miles de periodistas como yo escribirán hoy sus crónicas de la derrota y con un dedo señalarán, señalaremos, todos a Lionel Andrés, un muchachito de un metro sesenta y nueve centímetros, medio autista y medio genio, que no pidió ser el mejor de nada, que no soñaba con Balones de Oro ni cláusulas de 250 millones en Barcelona, y al que solo, en realidad, le interesaba poder divertirse un poco jugando al fútbol.
http://mundoclay.com/news.php?art=448
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